lunes, 12 de diciembre de 2011

Sexo en Lima York (6)

Ricardo de la Piedra y Miguel Ángel…

Nos quedamos helados mirando como Fernando se alejaba del grupo y salía por la puerta, la verdad no esperaba una reaccion así de alguien que siempre había demostrado un control inquebrantable de sus emociones, pero bueno, cada quien tiene su talón de Aquiles, y parece ser que nuestro Fernando tiene un corazoncito sensible o un orgullo mas grande que Lima York.

Mientras nos recuperábamos de la sorprendente historia de amores y cuernos, vimos que se acercaban por la derecha los anfitriones, Ricardo de la Piedra, el pintor y su representante Miguel (Ángel es su apellido). Que regios iban los dos, vestidos a juego, Ricardo con un pantalón azul marino, suelto, y una camiseta blanca, de cuello redondo y un blazer blanco también que hacia verlo como un gordito coquetón, mientras que Miguel llevaba unos pantalones blancos y blazer azul marino, era realmente sorprendente cómo había crecido Miguel, las tardes de gimnasio habían dado sus frutos, aunque también el tiempo había ya dejado su huella…

- Bienvenidos, gracias por aceptar la invitación; un placer volver a verte – dijo Miguel mientras me daba un fuerte abrazo y un apretón de manos a Juan y Javier.

Javier y Juan se quedaron sorprendidos por el abrazo, claro, ellos pensaban y sabían que yo era mas amigo de Ricardo que de Miguel, pero como todo en esta historia, hay una historia por contar…

A mediados de los noventa, cuando aún era un adolescente, conocí por cosas del destino a un muchacho a quien no vamos a poner nombre, una tarde que viajaba a Lima en transporte público, esas queridas combis, donde al cabo de veinticinco minutos de viaje irremediablemente te quedabas dormido. Efectivamente, me quedé dormido y cuando desperté, tenía la pierna derecha apoyada en la pierna de un morenito de sonrisa tierna y mirada traviesa; avergonzado, retiré mi pierna de su pierna y me disculpé, - no tiene importancia – dijo él, con una mirada coqueta, se presentó y me dio su nombre (ya dijimos que no diríamos el nombre). Desde ese día, y para ser la primera vez que ligo en una combi, el chico de la combi me llamaba por teléfono cada día, y así muchísimo tiempo después (dos semanas) en el malecón de Magdalena del Mar, con una flor semi marchita y los primeros calores del verano, me preguntó si quería ser su pareja, a lo que yo, tonto adolescente, le dije si.

Otro día te cuento como pasó, qué pasó y cómo dejo de pasar.

Algún tiempo después, cuando yo ya vivía en España, regresé a Lima a pasar unos días, y este ya ex mio, se dispuso a hacerme de guía de mi propia ciudad, una noche, que habíamos quedado para tomar unas cervezas, se presentó con Ricardo de la Piedra, un bajito de sonrisa pícara y un gran parecido con un presentador de la tele, fue un chispazo de esos que me dicen que iba a tener que pasar algo con este muchacho y pasó, claro que pasó, salimos a tomar unas cervezas y a las pocas horas ya estábamos cambiando teléfonos (en esa época solo podían ser los teléfonos fijos, los móviles aun eran prohibitivos) así que a los pocos días me animé a llamar a Ricardo para tomar un café, y aceptó, claro que aceptó.

Después del café siguió el paseo, y en el paseo el coqueteo, y sin querer mis pasos lo habían llevado a un viejo hostal, y no fue difícil terminar jugando juntos a ser amantes, aun recuerdo ese ímpetu dominante, bajito él, tratando de controlar la situación conmigo, veinte kilos mas grande, fue exquisitamente divertido jugar esa noche, pero claro que no hubieron mas noches, ambos nos dimos cuenta que sólo podríamos ser amigos, como hasta hoy. Esas vacaciones pasaron como escasos minutos, volvimos a vernos dos o tres veces pero sólo pudimos ser amigos, buenos amigos, hasta fuimos de paseo por las zonas alejadas al sur de Lima, y creo sin temor a equivocarme que existe alguna foto por ahí.

Juramos mantener el contacto vía Internet, y hasta creamos cuentas conjuntas en latinmail, pero no fue hasta dos años después que volvimos a vernos, en otro viaje mío, en esta ocasión quedamos en vernos directamente en esa encantadora discoteca de treintañeros, aunque nosotros aun no lo éramos, que queda cerca de la avenida Aviación, en aquella época llamada Perseo, bueno llegué al Perseo a las 12 mas o menos y no fue difícil encontrar a Ricardito cerca de las escaleras muy atento a quienes bajaban las escaleras para reconocerme y alzar las manos en ademán de saludo, bajé pronto por que realmente tenia muchas ganas de darle un abrazo a mi amigo, al acercarme pude a ver al muchacho que estaba a su lado, un osito con cara timidona que me miraba con una sonrisa interesante,

- te presento a Miguel – dijo Ricardo – Miguel, éste es el amigo de quien te hablé, que acaba de llegar de Madrid.

- Encantado – dijo Miguel – en España son dos besos verdad? Y me plantó dos besos sonoros en los cachetes.

La noche pasaba divertida y realmente me sentí muy acogido por Ricardo y Miguel, bailando las canciones de moda de ese momento que ahora no logro recordar por mas que me esfuerzo. Bailamos casi toda la noche y bebimos creo que un poco mas de lo debido, cuando de pronto una canción de moda, salsa creo, sonó de fondo en el salón y Miguel me invitó a bailar, enlazados por la cintura trataba yo de seguir los pasos del muchacho, que parecía tener dos pies izquierdos, mientras tanto él no se daba por enterado que yo quería deshacer el abrazo para bailar mas cómodamente y aun así, se acercaba mas a mi, hasta que sentí su aliento cerca a mis orejas, y cuando menos lo esperaba, estaba ahí, intentado besarme a pesar que Ricardo se encontraba a escasos metros de la pista de baile, entretenido por un grupo que se acercó a saludarle. Automáticamente me separé del abrazo y le dije que mejor dejáramos el baile, Miguel se disculpó y regresamos al grupo, donde estuve solo unos pocos minutos y decidí que era mejor abandonar la situación por lo sano.

Ese verano marche a Madrid por mas tiempo del habitual y aun así mantuve el contacto con Ricardo, hasta que, hace dos años ya, decidí reinstalarme en Lima, y redecorar mi vida con ayuda de Ricardo, quien tuvo la gentileza de presentarme a Juan y Javier, un fin de semana de noviembre, hace dos años cuando yo volví de Madrid.

- Estupenda fiesta- le dije a Ricardo – veo que por fin aprendiste a pintar.

- Veo que no pierdes el tino para meterte conmigo- dijo él.

- Juan, Javier, ustedes ya conocen a Miguel verdad? – preguntó Ricardo – es el responsable de todo esto, yo le dije que quería algo mas humilde, pero él insistió tanto que no pude evitar que traiga a los medios de prensa.

- No te precupes bonita – dijo Juan – a mas de uno de los periodistas que están ahí los conozco muy bien

Todos estallamos en risas.

- Dime Miguel, por fin conseguiste tus propósitos con este muchacho? – preguntó Javier - ya deberían formalizar una relación no?

- Ricardo no quiere aceptarme – dijo Miguel – ya no sé que mas hacer.

- Llévalo a hacer parapente – sugirió Juan – en Miraflores hay varias agencias que hacen esas cosas.

- La semana pasada me regaló una losa en la calle Capón, con nuestros nombres – dijo Ricardo.

- Y ni aun así logro que me de el si – se quejó Miguel.

Nuevas risas, y ellos, disculpándose con el grupo siguieron saludando a los demás invitados.