lunes, 12 de diciembre de 2011

Sexo en Lima York (6)

Ricardo de la Piedra y Miguel Ángel…

Nos quedamos helados mirando como Fernando se alejaba del grupo y salía por la puerta, la verdad no esperaba una reaccion así de alguien que siempre había demostrado un control inquebrantable de sus emociones, pero bueno, cada quien tiene su talón de Aquiles, y parece ser que nuestro Fernando tiene un corazoncito sensible o un orgullo mas grande que Lima York.

Mientras nos recuperábamos de la sorprendente historia de amores y cuernos, vimos que se acercaban por la derecha los anfitriones, Ricardo de la Piedra, el pintor y su representante Miguel (Ángel es su apellido). Que regios iban los dos, vestidos a juego, Ricardo con un pantalón azul marino, suelto, y una camiseta blanca, de cuello redondo y un blazer blanco también que hacia verlo como un gordito coquetón, mientras que Miguel llevaba unos pantalones blancos y blazer azul marino, era realmente sorprendente cómo había crecido Miguel, las tardes de gimnasio habían dado sus frutos, aunque también el tiempo había ya dejado su huella…

- Bienvenidos, gracias por aceptar la invitación; un placer volver a verte – dijo Miguel mientras me daba un fuerte abrazo y un apretón de manos a Juan y Javier.

Javier y Juan se quedaron sorprendidos por el abrazo, claro, ellos pensaban y sabían que yo era mas amigo de Ricardo que de Miguel, pero como todo en esta historia, hay una historia por contar…

A mediados de los noventa, cuando aún era un adolescente, conocí por cosas del destino a un muchacho a quien no vamos a poner nombre, una tarde que viajaba a Lima en transporte público, esas queridas combis, donde al cabo de veinticinco minutos de viaje irremediablemente te quedabas dormido. Efectivamente, me quedé dormido y cuando desperté, tenía la pierna derecha apoyada en la pierna de un morenito de sonrisa tierna y mirada traviesa; avergonzado, retiré mi pierna de su pierna y me disculpé, - no tiene importancia – dijo él, con una mirada coqueta, se presentó y me dio su nombre (ya dijimos que no diríamos el nombre). Desde ese día, y para ser la primera vez que ligo en una combi, el chico de la combi me llamaba por teléfono cada día, y así muchísimo tiempo después (dos semanas) en el malecón de Magdalena del Mar, con una flor semi marchita y los primeros calores del verano, me preguntó si quería ser su pareja, a lo que yo, tonto adolescente, le dije si.

Otro día te cuento como pasó, qué pasó y cómo dejo de pasar.

Algún tiempo después, cuando yo ya vivía en España, regresé a Lima a pasar unos días, y este ya ex mio, se dispuso a hacerme de guía de mi propia ciudad, una noche, que habíamos quedado para tomar unas cervezas, se presentó con Ricardo de la Piedra, un bajito de sonrisa pícara y un gran parecido con un presentador de la tele, fue un chispazo de esos que me dicen que iba a tener que pasar algo con este muchacho y pasó, claro que pasó, salimos a tomar unas cervezas y a las pocas horas ya estábamos cambiando teléfonos (en esa época solo podían ser los teléfonos fijos, los móviles aun eran prohibitivos) así que a los pocos días me animé a llamar a Ricardo para tomar un café, y aceptó, claro que aceptó.

Después del café siguió el paseo, y en el paseo el coqueteo, y sin querer mis pasos lo habían llevado a un viejo hostal, y no fue difícil terminar jugando juntos a ser amantes, aun recuerdo ese ímpetu dominante, bajito él, tratando de controlar la situación conmigo, veinte kilos mas grande, fue exquisitamente divertido jugar esa noche, pero claro que no hubieron mas noches, ambos nos dimos cuenta que sólo podríamos ser amigos, como hasta hoy. Esas vacaciones pasaron como escasos minutos, volvimos a vernos dos o tres veces pero sólo pudimos ser amigos, buenos amigos, hasta fuimos de paseo por las zonas alejadas al sur de Lima, y creo sin temor a equivocarme que existe alguna foto por ahí.

Juramos mantener el contacto vía Internet, y hasta creamos cuentas conjuntas en latinmail, pero no fue hasta dos años después que volvimos a vernos, en otro viaje mío, en esta ocasión quedamos en vernos directamente en esa encantadora discoteca de treintañeros, aunque nosotros aun no lo éramos, que queda cerca de la avenida Aviación, en aquella época llamada Perseo, bueno llegué al Perseo a las 12 mas o menos y no fue difícil encontrar a Ricardito cerca de las escaleras muy atento a quienes bajaban las escaleras para reconocerme y alzar las manos en ademán de saludo, bajé pronto por que realmente tenia muchas ganas de darle un abrazo a mi amigo, al acercarme pude a ver al muchacho que estaba a su lado, un osito con cara timidona que me miraba con una sonrisa interesante,

- te presento a Miguel – dijo Ricardo – Miguel, éste es el amigo de quien te hablé, que acaba de llegar de Madrid.

- Encantado – dijo Miguel – en España son dos besos verdad? Y me plantó dos besos sonoros en los cachetes.

La noche pasaba divertida y realmente me sentí muy acogido por Ricardo y Miguel, bailando las canciones de moda de ese momento que ahora no logro recordar por mas que me esfuerzo. Bailamos casi toda la noche y bebimos creo que un poco mas de lo debido, cuando de pronto una canción de moda, salsa creo, sonó de fondo en el salón y Miguel me invitó a bailar, enlazados por la cintura trataba yo de seguir los pasos del muchacho, que parecía tener dos pies izquierdos, mientras tanto él no se daba por enterado que yo quería deshacer el abrazo para bailar mas cómodamente y aun así, se acercaba mas a mi, hasta que sentí su aliento cerca a mis orejas, y cuando menos lo esperaba, estaba ahí, intentado besarme a pesar que Ricardo se encontraba a escasos metros de la pista de baile, entretenido por un grupo que se acercó a saludarle. Automáticamente me separé del abrazo y le dije que mejor dejáramos el baile, Miguel se disculpó y regresamos al grupo, donde estuve solo unos pocos minutos y decidí que era mejor abandonar la situación por lo sano.

Ese verano marche a Madrid por mas tiempo del habitual y aun así mantuve el contacto con Ricardo, hasta que, hace dos años ya, decidí reinstalarme en Lima, y redecorar mi vida con ayuda de Ricardo, quien tuvo la gentileza de presentarme a Juan y Javier, un fin de semana de noviembre, hace dos años cuando yo volví de Madrid.

- Estupenda fiesta- le dije a Ricardo – veo que por fin aprendiste a pintar.

- Veo que no pierdes el tino para meterte conmigo- dijo él.

- Juan, Javier, ustedes ya conocen a Miguel verdad? – preguntó Ricardo – es el responsable de todo esto, yo le dije que quería algo mas humilde, pero él insistió tanto que no pude evitar que traiga a los medios de prensa.

- No te precupes bonita – dijo Juan – a mas de uno de los periodistas que están ahí los conozco muy bien

Todos estallamos en risas.

- Dime Miguel, por fin conseguiste tus propósitos con este muchacho? – preguntó Javier - ya deberían formalizar una relación no?

- Ricardo no quiere aceptarme – dijo Miguel – ya no sé que mas hacer.

- Llévalo a hacer parapente – sugirió Juan – en Miraflores hay varias agencias que hacen esas cosas.

- La semana pasada me regaló una losa en la calle Capón, con nuestros nombres – dijo Ricardo.

- Y ni aun así logro que me de el si – se quejó Miguel.

Nuevas risas, y ellos, disculpándose con el grupo siguieron saludando a los demás invitados.

viernes, 30 de septiembre de 2011

sexo en Lima York (5)

La exposición de Ricardo de la Piedra

Terminando las copas que habíamos pedido en el bar de Héctor, pusimos rumbo a la sala de exposiciones, que en realidad era el patio principal de un palacete colonial en el centro de Lima, una verdadera joya de la arquitectura virreinal, un jardín central, rodeado de columnas enormes de madera oscura, al centro una pileta con la figura de un coqueto ángel niño, exquisitamente iluminado, el ambiente estaba lleno del olor de los jazmines, y las rosas que cultivaban ahí eran las mas grandes que había visto en Lima, el jardín estaba rodeado de un pasillo con suelos de cerámica rústica y paredes con azulejos andaluces, era realmente de ensueño.

Al ingresar al patio, unos jóvenes muy atentos, vestidos de camisetas ceñidas y negras y pantalones del mismo color, nos dieron la bienvenida con un vaso de pisco sour, una de las mejores bebidas que se han inventado en el Perú. Claro que el que primero probó el pisco fue nuestro Juan, y con un gesto de resignación nos indicó que era una buena preparación. Mientras tanto yo conversaba con Fernando sobre la trayectoria de Ricardo de la Piedra en lo referente a sus pinturas, y Javier examinaba con fruición a los otros visitantes de la exposición, la mayoria de ellos bastante jóvenes, seguramente de las escuelas de arte de Lima, de todos los tamaños, de todos los colores.

- recuerdo que cuando comenzó su trabajo, Ricardo hacia algunos dibujos para un períodico – le decía yo a Fernando

- Pero ¿dónde estudió? - Preguntaba él – por lo menos tendrá un titulo

- Ay! Para lo que te importa a ti estas exposiciones, te pones exigente con la titulación, lo importante es que hace buen trabajo, dale una oportunidad.

Javier intervino en ese instante.

- He visto a Daniel, un viejo amigo de la Cueva, seguro que ha venido con su abuelito, ese viejito está forrado en dólares y Daniel sabe como gastarlos, jejeje

- ¿Pero Daniel no solo busca abuelitos verdad? – preguntó Fernando.

- Claro, tú tuviste tu encuentro con él, fue el amor de tu vida esa semana – dije

- ¡¿que cosa?! – preguntó sorprendido Javier

- ¿No lo sabias? Fernando y Daniel tuvieron un affaire hace unos años, cuando terminaban la universidad – dije

- Espera que mejor le cuente yo mismo - dijo Fernando.

Daniel y yo solíamos vernos todos los días en el campus de la universidad, pero solo teniamos tiempo libre los miércoles y fines de semana para estar juntos, con los amigos o juntos en la intimidad, así que cada miércoles, nos buscábamos para salir a cenar y pasar un rato juntos en un hotelito de la avenida Arequipa, ya éramos conocidos de la recepcionista que nos dejaba estar unas horas por la mitad de lo que cobraban habitualmente, ahí aprovechábamos para querernos, a veces despacio con cariño, otras veces Daniel gustaba de un ritmo mas fuerte, con nalgadas y algunas palabras gordas, llamarlo por ejemplo putita o zorrita mientras con las manos le apretaba los hombros y golpeaba sus caderas, era de esas relaciones que prometían, ya teníamos amigos en común entre ellos Juan y David (se refería a nosotros).

Uno de los últimos miércoles del ciclo estaba yo esperando que suene la hora de salida de la facultad, cuando se me acerca Gretta, una amiga nuestra que estaba en la clase de Daniel, y me pasa un papelito con un mensaje que decia “hola niño, sé que habíamos quedado hoy, pero estoy realmente cansado y tengo dolor de cabeza, te importa que lo dejemos para el fin de semana? Besos Daniel.

Me pareció lo mas normal del mundo – dijo Fernando - por que Daniel llevaba un ritmo de vida demasiado agitado, que un día el cuerpo le pida chepa pues, así que en ese momento llame a su casa y deje un mensaje en la contestadota (en esa época no teníamos celulares) diciéndole que no se preocupe y que esperaba que este descansado para el fin de semana. Aprovechando que estaba en la cabina de teléfono, metí un rin y marque el número de Juan, que vivia muy cerca de la universidad y le dije que si me acompañaba a Wong, a comprar salsa de tamarindo para mis wantanes, y accedió.

Nos encontramos en la puerta del Wong de la avenida Canadá a eso de las siete de la tarde, a pesar de ser casi octubre, hacía mucho frío en Lima, Juanito llegó temprano, como siempre, y entramos a buscar la salsa de tamarindo y de paso a mirar a los reponedores de lineales que estaban alguno muy interesantes, cuando de pronto me dice Juan con cara curiosa :

- ¿ese no es Daniel?

- Imposible – dije – Dany está descansando.

- Se parece mucho

Me asomé al pasillo y pude ver como Daniel estaba empujando un carro de compras, y a su lado había un muchachito, bajito, con los pelos como agujas y de aspecto bastante desaliñado, iban empujando el carro ambos y rozándose las manos sin ningún disimulo. En ese momento se me cayó el mundo y estuve a punto de lanzarme como un toro contra el cabrón, pero Juan me contuvo, me dijo que no era el mejor lugar para arreglar las cosas, que ya habría otro momento, decidimos dejar la salsa de tamarindo para otro día y nos fuimos a tomar una cerveza al Casanova, el club en el que nos conocimos tu y yo - me dijo mirándome fijamente – esa noche me emborrache seriamente y al día siguiente no tenia cuerpo para ir a la universidad. Por fin el viernes me aparecí en el campus, y fui a la cafetería a por mi dosis de cafeína, y vaya sorpresa, ahí estaba Daniel, feliz, fresco, me miró con ojitos coquetos y me dijo que que tal estaba, que por qué no había ido el día anterior a estudiar.

- Estaba cansado – le dije - preferí quedarme en mi cama.

- Mañana sábado nos veremos ¿no? – preguntó Daniel.

- No creo que nos veamos mas

- ¿Y eso? ¿Por que?

- No quiero que estés cansado entre semana – dije – además, el miércoles te vimos en el Wong de Canadá, estaba yo con Juan y te vimos muy bien acompañado.

A Daniel se le estampó una sonrisa tonta en la cara y no supo que decir, yo simplemente termine mi café, di la vuelta y me alejé de él. Hasta hoy no había vuelto a verlo y la verdad está tal y como lo recuerdo de la universidad.

Fernando terminó de un trago su copa de Absolut – Ginger y se marchó de la exposición sin despedirse de nadie, y claro, sin saludar a Daniel, que de pronto se había puesto rojo como un tomate…

lunes, 22 de agosto de 2011

Sexo en Lima York (4)

Virginio del Campo….

Después de la exposición de la galería de arte subjetivista, que merece una historia aparte, llegó el dia de la visita de Virgino del Campo a Lima, es verdad que habian pasado caso 4 años de habernos visto por ultima vez, Mirian, su madre me había pedido que lo vayamos a buscar al aeropuerto a las seis de la tarde de ese dia de febrero, la espera no fue muy dura, generalmente no resisto esperar por mas de diez o quince minutos, pero la compañía de Mirian era balsámica, así que los 50 minutos fueron mas compañía que espera. Por fin a las siete apareció por la puerta de la izquierda, con unos vaqueros desteñidos y una camiseta oscura, gafas de su empresa y empujando un carro de maletas enorme.

Como un niño, Virginio se lanzó a los brazos de su madre y pude ver como se le escapaban un par de lagrimas de felicidad, yo preferí quedarme en un discreto segundo plano para no interferir en un abrazo tan familiar; al instante, y disimulando esa lagrimilla preciosa, Virginio reparó en mi, y me abrazó con tanta fuerza que sentí como sus pectorales estaban duros como rocas, y sentí una calidez que no había sentido hacia mucho tiempo.

- ­¡estás negro! – dije

- Y tu gordo- respondió con una sonrisa de kolinos.

- Vamos chicos, he preparado esos helados caseros que tanto les gustaba a los dos cuando eran unos chibolitos – cortó Mirian por lo sano.

Subimos a mi viejo Subaru, y puse rumbo al Callao, que es donde Virginio y su madre vivían cuando nos conocimos, ahora solo la mujer vive ahí. No fue difícil recordar el camino a pesar que no había hecho ese trayecto hacia mas de diez años, y jamas en auto, siempre fui en autobús. En el camino ellos, madre e hijo se dedicaron a ponerse al día en algunos detalles del vuelo, de que como ha cambiado la ciudad, que que joven se veía Mirian, que hacia mucho calor esa tarde, en fin, una variedad de temas que me hicieron suponer que deseaban llegar a casa y charlar de sus cosas, madre e hijo, sin mas orejas que las propias.

De pronto recordé de varios asuntos que tenía que resolver y me disculpe con ellos por no compartir el helado, pero debía salir rápidamente o perdería una oportunidad, la verdad es que no sé que excusa inventé pero salí del Callao sin dar muchas mas explicaciones.

Esa noche, al llegar a mi casita de retiro en el extrarradio, mientras me quitaba la ropa y me servía una copa de vino blanco, pensaba en la emoción que sentí cuando abracé a Virginio, sentir su cuerpo en ese instante, doce años después de habernos dejado, fue como abrazar a alguien totalmente distinto, pero a la vez muy cercano, a pesar del ese exquisito aroma a Chanel que tenía puesto, pude sentir ese olor a lejano, ese olor a mi adolescencia, a mis primeras experiencias, a mi primer amor…

Mientras tanto, la copa de vino estaba siendo mi mejor compañía esa noche, no recuerdo bien donde ni como comencé a aficionarme por el vino, además blanco, además muy frío; la verdad que entre el vino y mis recuerdos estaba entrando en un delicioso dolor por las viejas amistades que se perdieron por culpa de la vida, por el destino o por la falta de valor de reconocer quienes son las personas que te llenan o que te pueden hacer feliz, pensaba en lo tonto que es alejarte de alguien por no tener el arrojo de levantar el teléfono y decir “hola, llamaba para saber de ti” cuando de pronto suena el teléfono y una voz al otro lado me dice

- hola, llamaba para saber de ti.

Era Virginio, me quede de piedra, no sabia si la telepatía había funcionado o si era una simple casualidad, estaba ahí, al otro lado de mi celular, esperando que yo diga algo

- Hola – dije – ¿que tal todo?

¿Qué tal todo? ¿Era todo lo que se me ocurría decirle? Definitivamente el vino había hecho muy bien su trabajo.

- bien,bien, me pasé toda la tarde hablando con mi mamá de mil cosas hasta que la pobre cayó profundamente dormida.

- Ella estaba muy emocionada, llevábamos días de días preparando tu recibimiento, fue ella quien me aviso que venias.

- Aproveché que se quedó dormida para llamarte, tenía muchas ganas de hablar contigo, pero no por teléfono, quiero verte, te parece si tomamos un café mañana por la tarde en la Niña.

- La Niña ya no existe hermoso mío, ahora es una tienda de discos.

- Que lástima, realmente pasamos buenos momentos en esa cafetería.

- Claro, por que no teníamos dinero para una mejor ¿no? Jajaja

- O gastábamos el poco dinero en ese hostal pulgoso, el de las camas de cemento.

- Jajajajajajaja.

- Quiero verte.

- Yo también.

- ¿Mañana?

- A las ocho

- ¿Donde siempre?

- Donde siempre.

- Hasta mañana.

- Hasta mañana.

No sé si fue el vino, o si simplemente estaba esperando esa conversación con tantas ganas que una lagrimilla resbaló traicionando mi fortaleza, yo creía que las heridas estaban cerradas, y posiblemente sea cierto, pero las cicatrices en el invierno duelen.

Al día siguiente estaba listo a las siete treinta para ir a mi cita, fiel a mi costumbre me puse una camiseta negra algo ajustada, y unos pantalones de dril, ropa cómoda y fresca para poder caminar largamente, por que solo podríamos ponernos al día caminando, como antes, en largos paseos por la avenida Arequipa, o por algún paseo marítimo, como antes.

Llegué a las ocho menos tres minutos a la esquina del cine Orrantia, que ya no es un cine, sino algo diferente, algún culto religioso, y ahí estaba ya él, habíamos coincidido en la combinación de las prendas, y en ese momento, me di cuenta de lo mucho que lo había echado de menos. Puse las luces de emergencia y me detuve frente a él abri la puerta y le pedí que suba. Nos dimos un apretón de manos (recuerden que estamos en Lima) y salimos rumbo a Miraflores, donde seguramente caminaríamos un montón, y él me contaría su vida, y yo le contaría mi vida, y él diría te extraño y yo diría también.

- ¿cómo has estado? –preguntó.

- Muy bien, redecorando mi vida en Lima, por segunda vez, es una nueva aventura

- ¿ Porqué dejaste Madrid?

- Supongo que había quemado una etapa de mi vida, así que decidí volver a Lima, es una ciudad que esta creciendo y tiene posibilidades de desarrollo

- Ahora dime de verdad por que has vuelto a Lima

Era increíble que me conozca así de bien, él sabía que había un motivo mas para haber tomado esa decisión, y yo no podía ocultársela.

- regresé para olvidar – le dije

- una mala experiencia – dijo

- ya está olvidada. ¿tu a que has venido? No es turismo lo que te trae acá, ni visitar a tu mamá, ella va y viene de Miami a cada rato.

- Me voy a vivir con mi novio, por eso vine, para verte y saber que puedo irme a vivir con él sin tu sombra.

- ¿Y ya lo sabes?

- Me iré a vivir con él.

- Debo irme, se me hace tarde

- Entiendo

- Te deseo suerte

- Yo a ti también

Las cicatrices en invierno duelen y en verano también.

domingo, 21 de agosto de 2011

Sexo en Lima York (3)

Javier por su parte, estaba charlando animadamente con Héctor, que se acercó al ver que llegaba Fernando, para saludarlo y tomarle la nota, a la vez que aprovechaba para rellenar nuestras copas. No sé si fue idea mía, pero noté un intenso brillo en los ojos de Héctor mientras miraba a Javier. Fernando se pidió un Absolut con ginger ale y fiel a su estilo procuró no ser muy obvio en el banquete de ojos que se dio mientras se alejaba Hector y su trasero.

De los cuatro del grupo, Fernando es el que mas cuida su imagen al mundo, procura pasar desapercibido con su opción sexual, así que muchas veces tiene actitudes exageradas cuando nos encontramos en alguna terraza de la calle, y actúa como el típico machito limeño, y hasta se enfada con nosotros si nota algún gesto comprometedor.

- ¿y quién dices que es ese Ricardo de la Piedra? Espero que por lo menos tenga un título en arte, no estoy para ver aficionados que juegan a pintores – bostezaba Fernando

- Ignorante, es increíble que hayas estudiado Arte en la PUC, de la Piedra es uno de los mas notables subjetivistas de América – dijo Javier – al menos es lo que jura su corredor de arte, Miguel.

- Yo he oído que Miguel está perdidamente enamorado de ese Ricardo, y que le ha montado esta exposición para terminar de conquistar su corazón veleta de artista – cruel comentario de Juan mientras miraba a un chiquillo de veinte años que se ponía rojo –

- Yo sin embargo oí que recién comienza este chiquito Ricardo, quiere comenzar en el Perú para tener comentarios buenos en Chile y Argentina, y Miguel tiene buenos contactos en esos países, además de los super polvos que deben echar ellos dos jajaja – a veces mis críticas suelen ser absolutamente malvadas.

Se inició un gran debate de cómo debe ser el arte subjetivista y a la vez mantener una relación con un artista, que cómo se debe vestir para una exposición, que por qué hay que saber el nombre de nuestros rollos nocturnos y de cuales son los mejores cócteles para una exposición.

- En una exposición de éstas deberían poner barra libre y cuartos oscuros – reía Juan.

- Que bestia eres querido, eso haría que no tengas presa que llevarte a casa al final jejeje – dije

- Yo pienso que un buen vino, un tinto semi seco, a ser mejor español, un Rioja – nos sorprendió con el pedido nuestro querido Javier.

- Y nada de sanguchitos de pollo que se te queda el pollo entre los dientes y los dedos grasosos – dijo Fernando – y por favor, nunca, pero nunca, ir con pantalón de buzo!

Era divertido ver como cada uno ponía su cuota de elegancia y sofisticación para el evento, donde cada uno esperaba, claro está, llevarse una obra de arte, pero de carne y hueso. Mientras tanto, yo seguía imparable con el celular, mis dedos eran máquinas de escribir mensajes, y en un momento me perdí de la conversación hasta que una palmada en el hombro, de Fernando, me trajo al mundo nuevamente.

- ¿Qué pasa por esa cabecita y con ese teléfono? – preguntó Fer con voz coquetona.

- Llevas todo el rato con esos mensajitos, casi no has hablado querido – Javier.

- Dejen en paz al muchacho, debe estar en devaneos amorosos con algún imposible – siempre Juan tan venenoso.

- Jamás imaginarán quien me habla tanto, es Mirian, mi ex suegra, la madre de mi ex, el que vive en Miami.

- ¿Virginio? ¿Virginio del Campo? ¿El que es Relaciones Publicas de Gucci en Miami? – Fernando no salía de su asombro.

- Si hijo si – afirmé – dice Mirian que llegará a Lima dentro de cinco días, después de mas 10 años, y hace 3 que no nos vemos, desde la última vez que estuve en Miami.

Mientras ellos comenzaron a destrozar a los que retornan al país después de muchos años (sé que hacían eso, por que me lo hicieron a mi cuando volví de Europa), yo comencé a recordar mi historia con Virginio, Virginio del Campo, por que él jamás permitía ser presentado o presentarse sólo como Virginio, el tenía que ser siempre “Virginio del Campo”. Cuando toda nuestra historia comenzó éramos un par de adolescentes desatados en una Lima medio intolerante y con ganas de ser felices, teníamos la energía suficiente para tragarnos el mundo, pero fue el mundo el que nos comió a nosotros dos, a mi me llevó a España, y a él Miami lo atrajo como la luz a las mariposas, los pocos meses que duró la relación quedaron plasmados en relatos, fotos y viejos cajones llenos de momentos bonitos.

Años después supe por el amigo de un amigo que tiene un primo que es amigo de Virginio, su correo electrónico y así volvimos a tener contacto. Él se había convertido en el RRPP de Gucci, gracias a su talento y carisma, y sobre todo a ese cuerpazo latino, moreno que Dios le dio, y yo, bueno, había encontrado mi camino en el mundo del periodismo internacional escribiendo para las paginas gays mas visitadas en Europa y America, lo que me permite estar en contacto directo con lo mas sofisticado y glamoroso del ambiente.

Volviendo a Virginio; su cambio había sido impresionante, cuando dejamos de vernos era un timido adolescente enamorado, con ilusiones y con muchos ánimos de comerse el mundo, pero encerrado en la burbuja de Lima, hasta el año que yo me fui de Lima y él se subió en un barco, en su velero llamado Libertad y al desembarcar en estados Unidos, decidió perderse por las calles de Miami, comenzó una nueva vida y en pocos años terminó donde está ahora, rodeado de jóvenes modelos con ganas de salir del monton y de salir del armario también, y mi querido Virginio siempre estaba dispuesto a ayudarlos en ambos casos.

Volvimos a encontrarnos hace tres años, obviamente ya no era el tímido adolescente limeño, había cambiado, lentes de diseño de Gucci, ropa de Armani y zapatos de Louis Vuitton, pero esa era la cáscara, cuerpo de gimnasio, esbelto, con los brazos marcados por los músculos sin ser exagerados, la cintura moldeada a cincel, unas caderas fuertes y marcadas, el culito respingón de su raza y unas piernas como dos troncos; cada movimiento suyo era como estudiado al milímetro, sonrisa de anuncio de televisión y olor a Chanel, todo un placer para los ojos, y mas placer para el placer…

- pero ¿va a venir o que? – pregunto Fernando de mala gana, Virginio nunca le cayó bien a pesar no haberse visto nunca.

- Eso dice su madre, aunque no entiendo que afán tiene de avisarme a mi ¿no?

- Lo hace por que la mujer siempre te quiso, eres el único yerno que aceptará – dijo Juan, en el preciso momento que le sonaba el celular con un sms.

- Lo hace por que quiere que le hagas de chofer al Virginio ese – Javier nunca se callaba sus pensamientos – además tu eres el único que conocemos que se gana la vida con salir a pasear por los sitios de ambiente.

- Pero no lo haré, si quiere un chofer que busque a uno de sus amigotes de La Punta – yo comenzaba a fastidiarme.

- Dice Miguel que ya esta la sala casi llena, van a comenzar a servir el vino, camareros calatos, sólo con delantal de tul – Juan levantó la mano para pedirle a Héctor la cuenta.

Mientras tanto, seguíamos hablando sobre Virginio, y de lo que haríamos cuando llegue de Miami, pero cada vez estaba yo mas convencido que era una excusa para volver a vernos y que su madre era cómplice de este plan.

Por fin, Héctor trajo la cuenta, los dos piscos de Juan, el mojito que pedí yo y el absolut de Fernando, en total 48 soles, ya estábamos sacando las billeteras cuando Javier le pregunta a Héctor por qué no le cobra los batidos de fruta.

- son órdenes del jefe – dijo con una gran sonrisa – hoy eres invitado.

- ¿y dónde está tu jefe? A los demás no nos ha invitado, eso no se hace con clientes fieles como nosotros – Fernando sonreía.

- Es que Javi tiene pase de cortesía, el jefe está muy contento con verlo hoy.

- Dale las gracias a tu jefe, hoy tenemos algo de prisa, pero la próxima vez no aceptaré una invitación sin agradecerlo personalmente – dijo Javier con su sonrisa coquetona, la que usa para conquistar a sus “amigos”.

Cancelamos lo consumido y nos dirigimos a la calle, cerca de la puerta, nos despedimos de una chica que atendía en la barra, me acerqué para darle dos besos y de paso, le pregunté quién era su jefe, ella respondió “él”, señalando a Héctor.

Sorprendido aún por mi descubrimiento salí del bar, pensando que sería mejor no decirle nada a Javier, Héctor me parecía un buen chico, y sobre todo, dueño de un bar exitoso en la creciente Lima.

sábado, 11 de junio de 2011

sexo en Lima York (2)

Javier no concebía como dos personas podían tener un encuentro sexual sin conocerse realmente, aunque no fuera para mantener una relación formal, el hecho de irse a la cama tenia como requisito conocerse mutuamente para ser primero “amigos”, lamentablemente la fauna limeña casi no comparte la idea de Javier y adora la personalidad de Juan. De las pocas personas que comparten la forma de pensar de Javier, uno de ellos, Gerardo, coincidía con él y tras conocerse durante semanas decidieron hacerse pareja con la intención de tener sexo, pero en esa primera noche se dieron cuenta que ambos tenían los mismos gustos en la cama, un desastre total del mutuo conocerse…

Javier no había tenido mucha suerte con los temas del corazón, la última pareja estable que tuvo (se llama Arturo) fue un amor estable y duradero, llevaban mas de cinco años saliendo juntos y se habían comprometido mutuamente a ser fieles el uno con el otro, eso lo sé por que me lo comentó el mismo Javier en una sauna, antes de que terminaran, en uno de esos días de cavilaciones, la relación ya no era la misma, la pasión se había enfriado y Arturo había optado por llegar tarde a casa y salir temprano para evitarse mutuamente…aunque el plan era el mismo que había concebido Javier, así que terminaban coincidiendo siempre a las mismas horas, cordiales y atentos, pero incapaces de reconocer que ya no se atraían, y que ambos ya habían sacado los pies del plato hacia tiempo. Javier se excusaba en su trabajo, y después de dejarlo con Arturo se refugió en el, se negó por completo a intentar una nueva relación y las que tenía eran solo de válvula de escape para sus impulsos sexuales (bastante controlados por cierto). Así es Javier, y ahora le está echando la charla a Juan de por que no se toma la molestia de conocer por lo menos el nombre de la persona que se está tirando.

- si los dos buscamos lo mismo, no entiendo por que debemos hacer un contrato escrito- dijo Juan con sarcasmo.

- No es hacer un contrato, es tener un poco de respeto por la otra persona, y por ti mismo – respondió Javier

- Tu no tuviste mucho respeto por el secretario de Juez Piñeira, el bajito Eduardito- Juan dijo con una mirada malvada – te lo levantaste en los baños del Palacio de Justicia y no sabias que era el secretario que llevaba tu caso ja ja ja.

- Eso me hizo ganar ese proceso, sobre todo ganamos en el oral ja ja ja, y debes saber que mantengo la amistad de Eduardito a pesar de que lo descubrieron enviándome e mails amorosos desde su dirección del ministerio- reía Javier.

Mientras ellos recordaban sus correrías sexuales amorosas, yo miraba por décima vez el celular, esperando a que llegue un mensaje que esperaba desde esa mañana, hasta que Juan me sacó de mis pensamientos.

- deja ya el puñetero aparato

- cuenta ya quien es el galán que te escribe – me sonrió Javi con dulzura

- no contaré nada hasta que llegue Fernando, por que si no tendré que volver a decir la historia y no me apetece – aclaré

- por ahí llega la gorda, cadereando como siempre je je – reía Juan.

Ciertamente venía Fernando por la avenida, caminaba rápido y procuraba no tocar a los demás transeúntes, él tiene un cuerpo impactante, su trabajo en el gimnasio se nota en cada paso, y siente además un profundo desapego por la gente que se reúne por la Plaza San Martín, él preferiría que nos reuniéramos en el Café Café de Miraflores, o en la barra del Andel, sitios discretos según él, pero que toda Lima sabe qué tipo de clientes tienen esos locales. Era muy agradable ver a este chico, siempre tan bien vestido, con esos pantaloncitos de algodón camisa a juego, de piel tan blanca que parecía uno de los muchos turistas que se ven por la plaza, varonil y musculoso, era incapaz de cualquier gesto que delatara su condición sexual, pero si pasaba un mulatín o un indiecito bajito no disimulaba para nada como lo devoraba con los ojos. A pesar de ser egresado de la PUC la educación y lo refinado lo dejaba para los demás, a no ser que se encuentre trabajando en sus clases de arte.

- Tamare que cantidad de feos hay esta tarde en la plaza – decía con rostro agestado- hoy no pasa nada por aca.

- Calma bonito, que lo que buscas lo veras dentro de un momento en la galería, me han dicho que viene un grupo de baile de Venezuela, así que tendrás de donde elegir – dije – el artista me lo ha re confirmado.

- Pero cambia de cara por que los venezolanos son muy alegres, y así los espantarás – dijo Juan

jueves, 9 de junio de 2011

Sexo en Lima York (parte I)

A las seis de la tarde había por fin terminado de arreglarme para salir al centro de Lima, donde había quedado con Juan y Javier, para ir a visitar la muestra de arte subjetivista del pintor Ricardo de la Piedra, un viejo amigo gracias a quien conocí a Juan y Javier esa noche de carnaval, en el tradicional baile de la Cueva, la discoteca donde acudía la fauna de treintañeros y mas para bailar, beber, y por supuesto, tratar de encontrar el amor de su vida de ese fin de semana. Tenía que darme prisa para llegar a tiempo, eso de vivir en el extrarradio de Lima es muy cómodo para pasar un fin de semana, pero complicado para ir al centro sin coche propio. Me vestí de prisa, unos pantalones azules de Gamarra, camiseta de Armani y unas zapatillas blancas Reebok que compramos en Madrid.

Salí de casa y logré coger un taxi que me llevó en cuarenta minutos de Chaclacayo a Lima, por una carretera auxiliar que nos ahorró varios kilómetros de atasco, afortunadamente teníamos una emisora de radio muy buena que nos puso unas canciones de los ochentas muy divertidas. Por fin cuando llegamos a Lima, ya sabia yo que el chofer era casado, que tenia dos hijas, que su mujer ganaba mas dinero y que votaría por el candidato equivocado (en mi opinión claro), me bajé en la tradicional esquina del Parque Universitario y tuve que andar dos calles para llegar a la Plaza San Martín, donde habíamos quedado con Juan y Javier.

Como siempre y, para no variar, ellos ya estaban esperándome, sentados en la terraza de un barcito de la plaza. Juan, fiel a sus costumbres vestido de punta en blanco bebiendo su pisco sour tamaño especial, tal y como sabe pedirlo, es increíble creer que hayamos encontrado un barman capaz de hacer un pisco al gusto de Juan en Lima. Javier sin embargo estaba con un pantalón corto, unas alpargatas de color hueso y un polo de Miró que le hacía más delgado de lo que ya es, mientras se bebía un enorme batido de frutas de temporada que parecía interminable. Por fin llegué y me senté con ellos, que calor que hace en Lima a mediados de febrero, vino nuestro camarero querido y le pedí que me traiga un mojito, él ya sabia que nos sentábamos lo mas lejos de la barra para poder ver ese increíble culito mientras se alejaba y el cabrón lo sabía, por que metía las manos en los bolsillos del pantalón para marcar aun más ese par de globos…cuando Héctor (así se llama el camarero) trajo la bebida, recordé de pronto que tenía que traerme también unas aceitunas para acompañar el trago, mientras aprovechábamos para ver ese cuerpazo latino.

Mientras tanto, Juan comenzó a contarnos su última aventura con el amor de su vida, al que conoció la noche anterior, un bailarín del 80 Divas, alto (mas alto que Juan), musculoso, casi 20 años menor que Juan, que se empeñó en acompañarlo a su casa y se quedó hasta las 12 del medio día. Cuando llegué comenzaba a contar que había quedado con Oscar la noche anterior en este local, por que necesitaba un amigo cómplice que entendiera un pequeño desliz amoroso, por el que su novio César le hizo una escena de celos y casi termina su relación, y ¿quién mejor que Juan para entender esos deslices amorosos?

Oscar le contaba que había conocido a un joven distribuidor de materiales de publicidad en la agencia en la que trabajaba, y que tras las respectivas miradas de complicidad y seducción, se fueron a la cama e intercambiaron teléfonos, esa misma noche, este muchacho llamó a Oscar con tan mala suerte que fue Cesar el que respondió el celular, y claro, se dio cuenta del engaño y comenzó el calvario de Oscar….

…mientras Oscar se esforzaba en narrar su historia, Juan había estado escuchando a la par que miraba el espectáculo de baile del 80 Divas, al finalizar el baile, los ojos del bailarín se clavaron en los de Juan que lo observaba con la fuerza con la que hacía caer a la mayoría de sus víctimas. Terminó el espectáculo y, gracias al pluriempleo, los bailarines daban vueltas por la sala ofreciendo copas a los clientes, y claro, el bailarín, Juan, copas y miradas.

Cuando Oscar termino su historia, Juan no se había enterado del fin de la pelea, estaba totalmente entregado al juego visual con su nueva víctima, al que finalmente invitó a sentarse para poder “conocerse” mejor. Oscar vio que era mas de las doce de la noche y dijo que tenia que volver a su departamento, para no agrandar su lío con Cesar. El joven bailarín se sentó al lado de Juan, quien paternalmente le invitó a una copa, y escuchó con “atento interés” su historia, además de saber que vivía con sus abuelos y que había olvidado sus llaves, y no tenía como entrar a su casa sin despertar a los pobres ancianos; Juan con la amabilidad que lo caracteriza, le invitó a pasar la noche en su departamento.

- pero, ¿cómo se llama? – preguntaba Javier con una sonrisa complaciente.

- No recuerdo, a lo mejor Ivan, o Jean, la verdad es que no recuerdo – respondió Juan con cara de circunstancias

- ¿Llevaba tatuajes? Estoy seguro que si que recuerdas eso – dije.

- No entiendo como puedes tener sexo con una persona a la que conoces a medias una noche y nunca mas volverás a ver – decía Javier con gesto de asombro.

- Solo le doy a la gente lo que busca, si es que puedo dárselo, claro; y ese chiquillo necesitaba justamente lo que le di, jejeje – Juan dijo esto mientras miraba con deleite a un mulato que pasó por nuestro lado de la acera.