domingo, 21 de agosto de 2011

Sexo en Lima York (3)

Javier por su parte, estaba charlando animadamente con Héctor, que se acercó al ver que llegaba Fernando, para saludarlo y tomarle la nota, a la vez que aprovechaba para rellenar nuestras copas. No sé si fue idea mía, pero noté un intenso brillo en los ojos de Héctor mientras miraba a Javier. Fernando se pidió un Absolut con ginger ale y fiel a su estilo procuró no ser muy obvio en el banquete de ojos que se dio mientras se alejaba Hector y su trasero.

De los cuatro del grupo, Fernando es el que mas cuida su imagen al mundo, procura pasar desapercibido con su opción sexual, así que muchas veces tiene actitudes exageradas cuando nos encontramos en alguna terraza de la calle, y actúa como el típico machito limeño, y hasta se enfada con nosotros si nota algún gesto comprometedor.

- ¿y quién dices que es ese Ricardo de la Piedra? Espero que por lo menos tenga un título en arte, no estoy para ver aficionados que juegan a pintores – bostezaba Fernando

- Ignorante, es increíble que hayas estudiado Arte en la PUC, de la Piedra es uno de los mas notables subjetivistas de América – dijo Javier – al menos es lo que jura su corredor de arte, Miguel.

- Yo he oído que Miguel está perdidamente enamorado de ese Ricardo, y que le ha montado esta exposición para terminar de conquistar su corazón veleta de artista – cruel comentario de Juan mientras miraba a un chiquillo de veinte años que se ponía rojo –

- Yo sin embargo oí que recién comienza este chiquito Ricardo, quiere comenzar en el Perú para tener comentarios buenos en Chile y Argentina, y Miguel tiene buenos contactos en esos países, además de los super polvos que deben echar ellos dos jajaja – a veces mis críticas suelen ser absolutamente malvadas.

Se inició un gran debate de cómo debe ser el arte subjetivista y a la vez mantener una relación con un artista, que cómo se debe vestir para una exposición, que por qué hay que saber el nombre de nuestros rollos nocturnos y de cuales son los mejores cócteles para una exposición.

- En una exposición de éstas deberían poner barra libre y cuartos oscuros – reía Juan.

- Que bestia eres querido, eso haría que no tengas presa que llevarte a casa al final jejeje – dije

- Yo pienso que un buen vino, un tinto semi seco, a ser mejor español, un Rioja – nos sorprendió con el pedido nuestro querido Javier.

- Y nada de sanguchitos de pollo que se te queda el pollo entre los dientes y los dedos grasosos – dijo Fernando – y por favor, nunca, pero nunca, ir con pantalón de buzo!

Era divertido ver como cada uno ponía su cuota de elegancia y sofisticación para el evento, donde cada uno esperaba, claro está, llevarse una obra de arte, pero de carne y hueso. Mientras tanto, yo seguía imparable con el celular, mis dedos eran máquinas de escribir mensajes, y en un momento me perdí de la conversación hasta que una palmada en el hombro, de Fernando, me trajo al mundo nuevamente.

- ¿Qué pasa por esa cabecita y con ese teléfono? – preguntó Fer con voz coquetona.

- Llevas todo el rato con esos mensajitos, casi no has hablado querido – Javier.

- Dejen en paz al muchacho, debe estar en devaneos amorosos con algún imposible – siempre Juan tan venenoso.

- Jamás imaginarán quien me habla tanto, es Mirian, mi ex suegra, la madre de mi ex, el que vive en Miami.

- ¿Virginio? ¿Virginio del Campo? ¿El que es Relaciones Publicas de Gucci en Miami? – Fernando no salía de su asombro.

- Si hijo si – afirmé – dice Mirian que llegará a Lima dentro de cinco días, después de mas 10 años, y hace 3 que no nos vemos, desde la última vez que estuve en Miami.

Mientras ellos comenzaron a destrozar a los que retornan al país después de muchos años (sé que hacían eso, por que me lo hicieron a mi cuando volví de Europa), yo comencé a recordar mi historia con Virginio, Virginio del Campo, por que él jamás permitía ser presentado o presentarse sólo como Virginio, el tenía que ser siempre “Virginio del Campo”. Cuando toda nuestra historia comenzó éramos un par de adolescentes desatados en una Lima medio intolerante y con ganas de ser felices, teníamos la energía suficiente para tragarnos el mundo, pero fue el mundo el que nos comió a nosotros dos, a mi me llevó a España, y a él Miami lo atrajo como la luz a las mariposas, los pocos meses que duró la relación quedaron plasmados en relatos, fotos y viejos cajones llenos de momentos bonitos.

Años después supe por el amigo de un amigo que tiene un primo que es amigo de Virginio, su correo electrónico y así volvimos a tener contacto. Él se había convertido en el RRPP de Gucci, gracias a su talento y carisma, y sobre todo a ese cuerpazo latino, moreno que Dios le dio, y yo, bueno, había encontrado mi camino en el mundo del periodismo internacional escribiendo para las paginas gays mas visitadas en Europa y America, lo que me permite estar en contacto directo con lo mas sofisticado y glamoroso del ambiente.

Volviendo a Virginio; su cambio había sido impresionante, cuando dejamos de vernos era un timido adolescente enamorado, con ilusiones y con muchos ánimos de comerse el mundo, pero encerrado en la burbuja de Lima, hasta el año que yo me fui de Lima y él se subió en un barco, en su velero llamado Libertad y al desembarcar en estados Unidos, decidió perderse por las calles de Miami, comenzó una nueva vida y en pocos años terminó donde está ahora, rodeado de jóvenes modelos con ganas de salir del monton y de salir del armario también, y mi querido Virginio siempre estaba dispuesto a ayudarlos en ambos casos.

Volvimos a encontrarnos hace tres años, obviamente ya no era el tímido adolescente limeño, había cambiado, lentes de diseño de Gucci, ropa de Armani y zapatos de Louis Vuitton, pero esa era la cáscara, cuerpo de gimnasio, esbelto, con los brazos marcados por los músculos sin ser exagerados, la cintura moldeada a cincel, unas caderas fuertes y marcadas, el culito respingón de su raza y unas piernas como dos troncos; cada movimiento suyo era como estudiado al milímetro, sonrisa de anuncio de televisión y olor a Chanel, todo un placer para los ojos, y mas placer para el placer…

- pero ¿va a venir o que? – pregunto Fernando de mala gana, Virginio nunca le cayó bien a pesar no haberse visto nunca.

- Eso dice su madre, aunque no entiendo que afán tiene de avisarme a mi ¿no?

- Lo hace por que la mujer siempre te quiso, eres el único yerno que aceptará – dijo Juan, en el preciso momento que le sonaba el celular con un sms.

- Lo hace por que quiere que le hagas de chofer al Virginio ese – Javier nunca se callaba sus pensamientos – además tu eres el único que conocemos que se gana la vida con salir a pasear por los sitios de ambiente.

- Pero no lo haré, si quiere un chofer que busque a uno de sus amigotes de La Punta – yo comenzaba a fastidiarme.

- Dice Miguel que ya esta la sala casi llena, van a comenzar a servir el vino, camareros calatos, sólo con delantal de tul – Juan levantó la mano para pedirle a Héctor la cuenta.

Mientras tanto, seguíamos hablando sobre Virginio, y de lo que haríamos cuando llegue de Miami, pero cada vez estaba yo mas convencido que era una excusa para volver a vernos y que su madre era cómplice de este plan.

Por fin, Héctor trajo la cuenta, los dos piscos de Juan, el mojito que pedí yo y el absolut de Fernando, en total 48 soles, ya estábamos sacando las billeteras cuando Javier le pregunta a Héctor por qué no le cobra los batidos de fruta.

- son órdenes del jefe – dijo con una gran sonrisa – hoy eres invitado.

- ¿y dónde está tu jefe? A los demás no nos ha invitado, eso no se hace con clientes fieles como nosotros – Fernando sonreía.

- Es que Javi tiene pase de cortesía, el jefe está muy contento con verlo hoy.

- Dale las gracias a tu jefe, hoy tenemos algo de prisa, pero la próxima vez no aceptaré una invitación sin agradecerlo personalmente – dijo Javier con su sonrisa coquetona, la que usa para conquistar a sus “amigos”.

Cancelamos lo consumido y nos dirigimos a la calle, cerca de la puerta, nos despedimos de una chica que atendía en la barra, me acerqué para darle dos besos y de paso, le pregunté quién era su jefe, ella respondió “él”, señalando a Héctor.

Sorprendido aún por mi descubrimiento salí del bar, pensando que sería mejor no decirle nada a Javier, Héctor me parecía un buen chico, y sobre todo, dueño de un bar exitoso en la creciente Lima.

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