lunes, 4 de mayo de 2015
Sexo en Lima York (10)
miércoles, 5 de marzo de 2014
Sexo en Lima York (9)
martes, 26 de noviembre de 2013
Sexo en Lima York (8)
jueves, 26 de enero de 2012
Sexo en Lima York (7)
Sorpresas de una noche en Lima
Cuando decidimos que ya era tarde y dejar la exposición, teníamos la secreta intención de darnos una vuelta por algún bar cercano, Juan insistía en ir al 80Divas, donde había conseguido uno de sus últimos ligues, Javier por su parte no quería salir hasta muy tarde y yo, bueno a mi me daba lo mismo ir a cualquier lugar, aprovecharía la ocasión para tomar nota de algún detalle del local y publicarlo en mi columna semanal.
Salimos de la sala de exposiciones hasta la plaza mayor de Lima, eran aproximadamente las once de la noche y el viento del oeste traía olor a mar, muy extraño por que el mar esta relativamente lejos de nuestra plaza de armas. Decidimos que lo mas sabio sería dar una vuelta por el jardín de las Flores, para ver la fauna de ofrecidos muchachos y no tan muchachos que ofrecen su vigor por unos cuantos soles, hablábamos de la exposición, comentábamos lo detalloso que había sido Miguel con las pequeñas cosas que hacen que las veladas sean mas emocionantes, los camareros sacados de cuento de Ricardo Palma, la comida exóticamente peruana, la música en sincronía con las conversaciones, y sobre todo, la variedad de invitados, tan diferentes unos de otros, pero con ese vínculo de secreto, de misterio que caracteriza a los viejos gays de la vieja Lima.
Javier nos comentaba que había localizado en la exposición a Carlos, un chinito bastante destacado por su silenciosa armonía, según dijo Javier, era casi imperceptible entre el común de los mortales, pero una vez que capturaba tu mirada, imposible salir de sus ojos. Siempre me ha gustado como Javier logar hacer que sus amigos resulten lo mas interesante del mundo y que me den muchas ganas de conocerlos, y realmente, hasta hoy, no he tenido ninguna decepción con la gente que he conocido a través de Javier.
- ¿y quién es este Carlos? - dijo Juan – nunca hablaste de él
- Es un viejo conocido de finales de los noventas creo – dijo Javi
- ¿solo un conocido? – pregunté - detecto cierta vehemencia en tus palabras.
- Está bien, está bien, les contaré, pero necesito unas cervezas, ¿tienen tiempo verdad? Javier tomó rumbo a nuestro bar de siempre, donde nos sentaríamos a escuchar su historia, la historia de Carlos…
Mientras caminábamos al local donde con tanto cariño atienden a Javier, uno no podía dejar de ver a esos muchachos que con osadía te miran directamente a los ojos mientras sus manos juegan a recorrer sus cuerpos, haciendo destacar sus atributos sexuales, en busca de una oportunidad de ganarse unas monedas, unas cervezas y tal vez, una cena. Me llamó mucho la atención un moreno casi negro que me miró con ojos rebeldes, con un desafío pendiente en los ojos, esa mirada ya la había yo sentido antes, cuando la historia comenzaba a escribir sus primeras páginas de Sexo en Lima York.
Cuando entramos al local pude vislumbrar una mirada brillante en el fondo del local, siempre atento a la puerta, Héctor casi corrió a recibirnos, saludándonos de mano, nos ofreció una mesa mas bien cercana a la barra, donde podíamos charlar con tranquilidad y estar atendidos en muy corto tiempo ( y de donde Héctor podía mirar a Javier sin necesidad de disimular).
- Cuéntamelo todo y exagera – le dije
- Y llora para creerte – dijo Juan
- Está bien, está bien, la historia es como sigue…
“ A finales de los noventas, un grupo de chicos decidimos que nos reuniríamos una vez a la semana a intercambiar experiencias, o para recibir información de las nuevas formas de ser gay en Lima, o simplemente para salir en grupo si así lo decidíamos, éramos alrededor de veinte gays de todas partes de Lima, chicos de Miraflores, Lince, Chaclacayo, Comas, Jesus María, y el Callao. Las reuniones eran bastante divertidas, cada tema tratado era preparado con esmero por las personas asignadas, y como es natural en los gays, competíamos por hacer una cosa espectacular en comparación con la anterior. En una de esas reuniones, el anfitrión de turno, nos presentó a un nuevo integrante, un chico bajito y chinito que solo dijo “hola” se sentó en una esquina y solo hablaba cuando era inevitable hacerlo, supimos que su nombre era Carlos y que vivía en el Callao. La cosa está que como te decía al principio, Carlos tiene esa facultad de pasar desapercibido a voluntad, de hacerse notar solo cuando quiere hacerlo y se hizo notar, claro que si; yo hasta ese día no me había fijado en ninguno de los miembros del grupo como para parejas, pero cuando vi a Carlos, mi mente pensó que ese muchacho debía ser parte de mi vida.
Comencé a interesarme por ser organizador de las siguientes reuniones, con el único objetivo de ir con mayor frecuencia al departamento donde nos reuníamos, con la esperanza de coincidir con Carlos, hasta que una de esas noches por fin, mi deseo se vio cumplido, Carlos estaba ahí tomando un café con el dueño del departamento, fueron muy amables y me invitaron a tomar también a mi una taza de café. La charla amena fue la causa de no darnos cuenta que el reloj no perdona, y a las once de la noche reaccioné recordando que al día siguiente tenia que ir al trabajo, y Carlos también se puso de pié para despedirse, cuando salimos, la llovizna de Lima en julio hacia que las calles estén desiertas, Carlos me preguntó donde iba, y yo le indique que tendría que ir andando hasta el Paseo Colon, a unas 12 calles de donde estábamos.
- está bien – dijo – te acompaño.
- ¡no! – respondí – ¡tu vas para el otro lado!
- Da igual, puedo tomar un bus distinto – insistió
- Está bien, pero te debo una – le dije
Caminamos despacio, disfrutando del frío del invierno, charlando de cosas que nos hacían reír, de cosas serias que también nos hacían reír. Cuando llegamos al Paseo Colón, Carlos me dijo que quería un cigarro, y también que tenía hambre, así que le propuse dar una vuelta por el jirón de la Unión, por si encontrábamos algún restaurante abierto, para tomar algo, y ahí nos fuimos, riendo y chocando los cuerpos con intencionada casualidad de mi parte, hasta que llegamos a una sala de juego que abría por primera vez esa noche, la iluminación y la cara de los trabajadores de ese sitio era un drama, seguramente había mucha menos gente de la que habían invitado, y el gerente, al vernos pasar, nos invitó a entrar, para poder probar las máquinas, ambos jugamos un par de monedas y mientras eso pasaba, nos trajeron panecillos con pollo y varias bebidas, así que nos dimos el gusto de cenar algo y a la vez probar suerte, aunque ninguno de los dos ganó nada en esas maquinas.
Salimos del casino riendo y yo burlándome de la insistencia que Carlos tenía en que con una moneda mas hubiera ganado un gran premio, pero logré sacarlo del casino y poner rumbo a casa. De camino pasamos por un parque bastante poco iluminado, por donde ahora sale el Metropolitano, y mientras caminábamos y reíamos, un anciano un poco despistado se acercó para ofrecernos rosas, “rosas para los enamorados “ dijo, esto fue causa de unas risas mas intensas que las de antes, mientras esperábamos el autobús, nos sentamos en una banca a horcajadas frente a frente, y mientras conversábamos, nuestras cabezas se fueron acercando, y mientras reíamos, nuestras manos comenzaron a hablar un lenguaje propio, y mientras los pocos autos de la madrugada pasaban, nuestras rodillas se buscaron, ajustando su posición para poder acercarnos mas y mas hasta no poder resistir besarlo.
Fue un beso al principio dudoso, tímido, protegido de curiosos por la media luz que ese parque tenía, y luego se convirtió en un beso intenso, apasionado, masculino, cargado de deseo sexual contenido, Carlos me confesaba que había estado esperando y yo le dije que lo estaba buscando cada día en el departamento. La calma fue llegando con el odioso sonido del reloj de pulsera que anunciaba las dos de la mañana, volvimos a la realidad y nos despedimos hasta la noche siguiente, para la reunión previa a un fin de semana en el campo con todos los del grupo.
De regreso a casa, no pude dejar de sentir sus labios en los mios, el olor de su pelo, sus dedos recorriendo mi cuellos…
Fue una de las mejores experiencias que tuve en aquellos bonitos años”
Juan y yo estábamos absortos en su relato, y cuando Javier terminó y volvimos a la realidad, vimos que una mirada de melancolía apareció en los ojos del narrador, y muy cerca, casi a espaldas de Javier un enamorado Héctor cerraba los ojos queriendo ser protagonista de la historia…
lunes, 12 de diciembre de 2011
Sexo en Lima York (6)
Ricardo de la Piedra y Miguel Ángel…
Nos quedamos helados mirando como Fernando se alejaba del grupo y salía por la puerta, la verdad no esperaba una reaccion así de alguien que siempre había demostrado un control inquebrantable de sus emociones, pero bueno, cada quien tiene su talón de Aquiles, y parece ser que nuestro Fernando tiene un corazoncito sensible o un orgullo mas grande que Lima York.
Mientras nos recuperábamos de la sorprendente historia de amores y cuernos, vimos que se acercaban por la derecha los anfitriones, Ricardo de la Piedra, el pintor y su representante Miguel (Ángel es su apellido). Que regios iban los dos, vestidos a juego, Ricardo con un pantalón azul marino, suelto, y una camiseta blanca, de cuello redondo y un blazer blanco también que hacia verlo como un gordito coquetón, mientras que Miguel llevaba unos pantalones blancos y blazer azul marino, era realmente sorprendente cómo había crecido Miguel, las tardes de gimnasio habían dado sus frutos, aunque también el tiempo había ya dejado su huella…
- Bienvenidos, gracias por aceptar la invitación; un placer volver a verte – dijo Miguel mientras me daba un fuerte abrazo y un apretón de manos a Juan y Javier.
Javier y Juan se quedaron sorprendidos por el abrazo, claro, ellos pensaban y sabían que yo era mas amigo de Ricardo que de Miguel, pero como todo en esta historia, hay una historia por contar…
A mediados de los noventa, cuando aún era un adolescente, conocí por cosas del destino a un muchacho a quien no vamos a poner nombre, una tarde que viajaba a Lima en transporte público, esas queridas combis, donde al cabo de veinticinco minutos de viaje irremediablemente te quedabas dormido. Efectivamente, me quedé dormido y cuando desperté, tenía la pierna derecha apoyada en la pierna de un morenito de sonrisa tierna y mirada traviesa; avergonzado, retiré mi pierna de su pierna y me disculpé, - no tiene importancia – dijo él, con una mirada coqueta, se presentó y me dio su nombre (ya dijimos que no diríamos el nombre). Desde ese día, y para ser la primera vez que ligo en una combi, el chico de la combi me llamaba por teléfono cada día, y así muchísimo tiempo después (dos semanas) en el malecón de Magdalena del Mar, con una flor semi marchita y los primeros calores del verano, me preguntó si quería ser su pareja, a lo que yo, tonto adolescente, le dije si.
Otro día te cuento como pasó, qué pasó y cómo dejo de pasar.
Algún tiempo después, cuando yo ya vivía en España, regresé a Lima a pasar unos días, y este ya ex mio, se dispuso a hacerme de guía de mi propia ciudad, una noche, que habíamos quedado para tomar unas cervezas, se presentó con Ricardo de la Piedra, un bajito de sonrisa pícara y un gran parecido con un presentador de la tele, fue un chispazo de esos que me dicen que iba a tener que pasar algo con este muchacho y pasó, claro que pasó, salimos a tomar unas cervezas y a las pocas horas ya estábamos cambiando teléfonos (en esa época solo podían ser los teléfonos fijos, los móviles aun eran prohibitivos) así que a los pocos días me animé a llamar a Ricardo para tomar un café, y aceptó, claro que aceptó.
Después del café siguió el paseo, y en el paseo el coqueteo, y sin querer mis pasos lo habían llevado a un viejo hostal, y no fue difícil terminar jugando juntos a ser amantes, aun recuerdo ese ímpetu dominante, bajito él, tratando de controlar la situación conmigo, veinte kilos mas grande, fue exquisitamente divertido jugar esa noche, pero claro que no hubieron mas noches, ambos nos dimos cuenta que sólo podríamos ser amigos, como hasta hoy. Esas vacaciones pasaron como escasos minutos, volvimos a vernos dos o tres veces pero sólo pudimos ser amigos, buenos amigos, hasta fuimos de paseo por las zonas alejadas al sur de Lima, y creo sin temor a equivocarme que existe alguna foto por ahí.
Juramos mantener el contacto vía Internet, y hasta creamos cuentas conjuntas en latinmail, pero no fue hasta dos años después que volvimos a vernos, en otro viaje mío, en esta ocasión quedamos en vernos directamente en esa encantadora discoteca de treintañeros, aunque nosotros aun no lo éramos, que queda cerca de la avenida Aviación, en aquella época llamada Perseo, bueno llegué al Perseo a las 12 mas o menos y no fue difícil encontrar a Ricardito cerca de las escaleras muy atento a quienes bajaban las escaleras para reconocerme y alzar las manos en ademán de saludo, bajé pronto por que realmente tenia muchas ganas de darle un abrazo a mi amigo, al acercarme pude a ver al muchacho que estaba a su lado, un osito con cara timidona que me miraba con una sonrisa interesante,
- te presento a Miguel – dijo Ricardo – Miguel, éste es el amigo de quien te hablé, que acaba de llegar de Madrid.
- Encantado – dijo Miguel – en España son dos besos verdad? Y me plantó dos besos sonoros en los cachetes.
La noche pasaba divertida y realmente me sentí muy acogido por Ricardo y Miguel, bailando las canciones de moda de ese momento que ahora no logro recordar por mas que me esfuerzo. Bailamos casi toda la noche y bebimos creo que un poco mas de lo debido, cuando de pronto una canción de moda, salsa creo, sonó de fondo en el salón y Miguel me invitó a bailar, enlazados por la cintura trataba yo de seguir los pasos del muchacho, que parecía tener dos pies izquierdos, mientras tanto él no se daba por enterado que yo quería deshacer el abrazo para bailar mas cómodamente y aun así, se acercaba mas a mi, hasta que sentí su aliento cerca a mis orejas, y cuando menos lo esperaba, estaba ahí, intentado besarme a pesar que Ricardo se encontraba a escasos metros de la pista de baile, entretenido por un grupo que se acercó a saludarle. Automáticamente me separé del abrazo y le dije que mejor dejáramos el baile, Miguel se disculpó y regresamos al grupo, donde estuve solo unos pocos minutos y decidí que era mejor abandonar la situación por lo sano.
Ese verano marche a Madrid por mas tiempo del habitual y aun así mantuve el contacto con Ricardo, hasta que, hace dos años ya, decidí reinstalarme en Lima, y redecorar mi vida con ayuda de Ricardo, quien tuvo la gentileza de presentarme a Juan y Javier, un fin de semana de noviembre, hace dos años cuando yo volví de Madrid.
- Estupenda fiesta- le dije a Ricardo – veo que por fin aprendiste a pintar.
- Veo que no pierdes el tino para meterte conmigo- dijo él.
- Juan, Javier, ustedes ya conocen a Miguel verdad? – preguntó Ricardo – es el responsable de todo esto, yo le dije que quería algo mas humilde, pero él insistió tanto que no pude evitar que traiga a los medios de prensa.
- No te precupes bonita – dijo Juan – a mas de uno de los periodistas que están ahí los conozco muy bien
Todos estallamos en risas.
- Dime Miguel, por fin conseguiste tus propósitos con este muchacho? – preguntó Javier - ya deberían formalizar una relación no?
- Ricardo no quiere aceptarme – dijo Miguel – ya no sé que mas hacer.
- Llévalo a hacer parapente – sugirió Juan – en Miraflores hay varias agencias que hacen esas cosas.
- La semana pasada me regaló una losa en la calle Capón, con nuestros nombres – dijo Ricardo.
- Y ni aun así logro que me de el si – se quejó Miguel.
Nuevas risas, y ellos, disculpándose con el grupo siguieron saludando a los demás invitados.
viernes, 30 de septiembre de 2011
sexo en Lima York (5)
La exposición de Ricardo de la Piedra
Terminando las copas que habíamos pedido en el bar de Héctor, pusimos rumbo a la sala de exposiciones, que en realidad era el patio principal de un palacete colonial en el centro de Lima, una verdadera joya de la arquitectura virreinal, un jardín central, rodeado de columnas enormes de madera oscura, al centro una pileta con la figura de un coqueto ángel niño, exquisitamente iluminado, el ambiente estaba lleno del olor de los jazmines, y las rosas que cultivaban ahí eran las mas grandes que había visto en Lima, el jardín estaba rodeado de un pasillo con suelos de cerámica rústica y paredes con azulejos andaluces, era realmente de ensueño.
Al ingresar al patio, unos jóvenes muy atentos, vestidos de camisetas ceñidas y negras y pantalones del mismo color, nos dieron la bienvenida con un vaso de pisco sour, una de las mejores bebidas que se han inventado en el Perú. Claro que el que primero probó el pisco fue nuestro Juan, y con un gesto de resignación nos indicó que era una buena preparación. Mientras tanto yo conversaba con Fernando sobre la trayectoria de Ricardo de la Piedra en lo referente a sus pinturas, y Javier examinaba con fruición a los otros visitantes de la exposición, la mayoria de ellos bastante jóvenes, seguramente de las escuelas de arte de Lima, de todos los tamaños, de todos los colores.
- recuerdo que cuando comenzó su trabajo, Ricardo hacia algunos dibujos para un períodico – le decía yo a Fernando
- Pero ¿dónde estudió? - Preguntaba él – por lo menos tendrá un titulo
- Ay! Para lo que te importa a ti estas exposiciones, te pones exigente con la titulación, lo importante es que hace buen trabajo, dale una oportunidad.
Javier intervino en ese instante.
- He visto a Daniel, un viejo amigo de la Cueva, seguro que ha venido con su abuelito, ese viejito está forrado en dólares y Daniel sabe como gastarlos, jejeje
- ¿Pero Daniel no solo busca abuelitos verdad? – preguntó Fernando.
- Claro, tú tuviste tu encuentro con él, fue el amor de tu vida esa semana – dije
- ¡¿que cosa?! – preguntó sorprendido Javier
- ¿No lo sabias? Fernando y Daniel tuvieron un affaire hace unos años, cuando terminaban la universidad – dije
- Espera que mejor le cuente yo mismo - dijo Fernando.
Daniel y yo solíamos vernos todos los días en el campus de la universidad, pero solo teniamos tiempo libre los miércoles y fines de semana para estar juntos, con los amigos o juntos en la intimidad, así que cada miércoles, nos buscábamos para salir a cenar y pasar un rato juntos en un hotelito de la avenida Arequipa, ya éramos conocidos de la recepcionista que nos dejaba estar unas horas por la mitad de lo que cobraban habitualmente, ahí aprovechábamos para querernos, a veces despacio con cariño, otras veces Daniel gustaba de un ritmo mas fuerte, con nalgadas y algunas palabras gordas, llamarlo por ejemplo putita o zorrita mientras con las manos le apretaba los hombros y golpeaba sus caderas, era de esas relaciones que prometían, ya teníamos amigos en común entre ellos Juan y David (se refería a nosotros).
Uno de los últimos miércoles del ciclo estaba yo esperando que suene la hora de salida de la facultad, cuando se me acerca Gretta, una amiga nuestra que estaba en la clase de Daniel, y me pasa un papelito con un mensaje que decia “hola niño, sé que habíamos quedado hoy, pero estoy realmente cansado y tengo dolor de cabeza, te importa que lo dejemos para el fin de semana? Besos Daniel.
Me pareció lo mas normal del mundo – dijo Fernando - por que Daniel llevaba un ritmo de vida demasiado agitado, que un día el cuerpo le pida chepa pues, así que en ese momento llame a su casa y deje un mensaje en la contestadota (en esa época no teníamos celulares) diciéndole que no se preocupe y que esperaba que este descansado para el fin de semana. Aprovechando que estaba en la cabina de teléfono, metí un rin y marque el número de Juan, que vivia muy cerca de la universidad y le dije que si me acompañaba a Wong, a comprar salsa de tamarindo para mis wantanes, y accedió.
Nos encontramos en la puerta del Wong de la avenida Canadá a eso de las siete de la tarde, a pesar de ser casi octubre, hacía mucho frío en Lima, Juanito llegó temprano, como siempre, y entramos a buscar la salsa de tamarindo y de paso a mirar a los reponedores de lineales que estaban alguno muy interesantes, cuando de pronto me dice Juan con cara curiosa :
- ¿ese no es Daniel?
- Imposible – dije – Dany está descansando.
- Se parece mucho
Me asomé al pasillo y pude ver como Daniel estaba empujando un carro de compras, y a su lado había un muchachito, bajito, con los pelos como agujas y de aspecto bastante desaliñado, iban empujando el carro ambos y rozándose las manos sin ningún disimulo. En ese momento se me cayó el mundo y estuve a punto de lanzarme como un toro contra el cabrón, pero Juan me contuvo, me dijo que no era el mejor lugar para arreglar las cosas, que ya habría otro momento, decidimos dejar la salsa de tamarindo para otro día y nos fuimos a tomar una cerveza al Casanova, el club en el que nos conocimos tu y yo - me dijo mirándome fijamente – esa noche me emborrache seriamente y al día siguiente no tenia cuerpo para ir a la universidad. Por fin el viernes me aparecí en el campus, y fui a la cafetería a por mi dosis de cafeína, y vaya sorpresa, ahí estaba Daniel, feliz, fresco, me miró con ojitos coquetos y me dijo que que tal estaba, que por qué no había ido el día anterior a estudiar.
- Estaba cansado – le dije - preferí quedarme en mi cama.
- Mañana sábado nos veremos ¿no? – preguntó Daniel.
- No creo que nos veamos mas
- ¿Y eso? ¿Por que?
- No quiero que estés cansado entre semana – dije – además, el miércoles te vimos en el Wong de Canadá, estaba yo con Juan y te vimos muy bien acompañado.
A Daniel se le estampó una sonrisa tonta en la cara y no supo que decir, yo simplemente termine mi café, di la vuelta y me alejé de él. Hasta hoy no había vuelto a verlo y la verdad está tal y como lo recuerdo de la universidad.
Fernando terminó de un trago su copa de Absolut – Ginger y se marchó de la exposición sin despedirse de nadie, y claro, sin saludar a Daniel, que de pronto se había puesto rojo como un tomate…
lunes, 22 de agosto de 2011
Sexo en Lima York (4)
Virginio del Campo….
Después de la exposición de la galería de arte subjetivista, que merece una historia aparte, llegó el dia de la visita de Virgino del Campo a Lima, es verdad que habian pasado caso 4 años de habernos visto por ultima vez, Mirian, su madre me había pedido que lo vayamos a buscar al aeropuerto a las seis de la tarde de ese dia de febrero, la espera no fue muy dura, generalmente no resisto esperar por mas de diez o quince minutos, pero la compañía de Mirian era balsámica, así que los 50 minutos fueron mas compañía que espera. Por fin a las siete apareció por la puerta de la izquierda, con unos vaqueros desteñidos y una camiseta oscura, gafas de su empresa y empujando un carro de maletas enorme.
Como un niño, Virginio se lanzó a los brazos de su madre y pude ver como se le escapaban un par de lagrimas de felicidad, yo preferí quedarme en un discreto segundo plano para no interferir en un abrazo tan familiar; al instante, y disimulando esa lagrimilla preciosa, Virginio reparó en mi, y me abrazó con tanta fuerza que sentí como sus pectorales estaban duros como rocas, y sentí una calidez que no había sentido hacia mucho tiempo.
- ¡estás negro! – dije
- Y tu gordo- respondió con una sonrisa de kolinos.
- Vamos chicos, he preparado esos helados caseros que tanto les gustaba a los dos cuando eran unos chibolitos – cortó Mirian por lo sano.
Subimos a mi viejo Subaru, y puse rumbo al Callao, que es donde Virginio y su madre vivían cuando nos conocimos, ahora solo la mujer vive ahí. No fue difícil recordar el camino a pesar que no había hecho ese trayecto hacia mas de diez años, y jamas en auto, siempre fui en autobús. En el camino ellos, madre e hijo se dedicaron a ponerse al día en algunos detalles del vuelo, de que como ha cambiado la ciudad, que que joven se veía Mirian, que hacia mucho calor esa tarde, en fin, una variedad de temas que me hicieron suponer que deseaban llegar a casa y charlar de sus cosas, madre e hijo, sin mas orejas que las propias.
De pronto recordé de varios asuntos que tenía que resolver y me disculpe con ellos por no compartir el helado, pero debía salir rápidamente o perdería una oportunidad, la verdad es que no sé que excusa inventé pero salí del Callao sin dar muchas mas explicaciones.
Esa noche, al llegar a mi casita de retiro en el extrarradio, mientras me quitaba la ropa y me servía una copa de vino blanco, pensaba en la emoción que sentí cuando abracé a Virginio, sentir su cuerpo en ese instante, doce años después de habernos dejado, fue como abrazar a alguien totalmente distinto, pero a la vez muy cercano, a pesar del ese exquisito aroma a Chanel que tenía puesto, pude sentir ese olor a lejano, ese olor a mi adolescencia, a mis primeras experiencias, a mi primer amor…
Mientras tanto, la copa de vino estaba siendo mi mejor compañía esa noche, no recuerdo bien donde ni como comencé a aficionarme por el vino, además blanco, además muy frío; la verdad que entre el vino y mis recuerdos estaba entrando en un delicioso dolor por las viejas amistades que se perdieron por culpa de la vida, por el destino o por la falta de valor de reconocer quienes son las personas que te llenan o que te pueden hacer feliz, pensaba en lo tonto que es alejarte de alguien por no tener el arrojo de levantar el teléfono y decir “hola, llamaba para saber de ti” cuando de pronto suena el teléfono y una voz al otro lado me dice
- hola, llamaba para saber de ti.
Era Virginio, me quede de piedra, no sabia si la telepatía había funcionado o si era una simple casualidad, estaba ahí, al otro lado de mi celular, esperando que yo diga algo
- Hola – dije – ¿que tal todo?
¿Qué tal todo? ¿Era todo lo que se me ocurría decirle? Definitivamente el vino había hecho muy bien su trabajo.
- bien,bien, me pasé toda la tarde hablando con mi mamá de mil cosas hasta que la pobre cayó profundamente dormida.
- Ella estaba muy emocionada, llevábamos días de días preparando tu recibimiento, fue ella quien me aviso que venias.
- Aproveché que se quedó dormida para llamarte, tenía muchas ganas de hablar contigo, pero no por teléfono, quiero verte, te parece si tomamos un café mañana por la tarde en la Niña.
- La Niña ya no existe hermoso mío, ahora es una tienda de discos.
- Que lástima, realmente pasamos buenos momentos en esa cafetería.
- Claro, por que no teníamos dinero para una mejor ¿no? Jajaja
- O gastábamos el poco dinero en ese hostal pulgoso, el de las camas de cemento.
- Jajajajajajaja.
- Quiero verte.
- Yo también.
- ¿Mañana?
- A las ocho
- ¿Donde siempre?
- Donde siempre.
- Hasta mañana.
- Hasta mañana.
No sé si fue el vino, o si simplemente estaba esperando esa conversación con tantas ganas que una lagrimilla resbaló traicionando mi fortaleza, yo creía que las heridas estaban cerradas, y posiblemente sea cierto, pero las cicatrices en el invierno duelen.
Al día siguiente estaba listo a las siete treinta para ir a mi cita, fiel a mi costumbre me puse una camiseta negra algo ajustada, y unos pantalones de dril, ropa cómoda y fresca para poder caminar largamente, por que solo podríamos ponernos al día caminando, como antes, en largos paseos por la avenida Arequipa, o por algún paseo marítimo, como antes.
Llegué a las ocho menos tres minutos a la esquina del cine Orrantia, que ya no es un cine, sino algo diferente, algún culto religioso, y ahí estaba ya él, habíamos coincidido en la combinación de las prendas, y en ese momento, me di cuenta de lo mucho que lo había echado de menos. Puse las luces de emergencia y me detuve frente a él abri la puerta y le pedí que suba. Nos dimos un apretón de manos (recuerden que estamos en Lima) y salimos rumbo a Miraflores, donde seguramente caminaríamos un montón, y él me contaría su vida, y yo le contaría mi vida, y él diría te extraño y yo diría también.
- ¿cómo has estado? –preguntó.
- Muy bien, redecorando mi vida en Lima, por segunda vez, es una nueva aventura
- ¿ Porqué dejaste Madrid?
- Supongo que había quemado una etapa de mi vida, así que decidí volver a Lima, es una ciudad que esta creciendo y tiene posibilidades de desarrollo
- Ahora dime de verdad por que has vuelto a Lima
Era increíble que me conozca así de bien, él sabía que había un motivo mas para haber tomado esa decisión, y yo no podía ocultársela.
- regresé para olvidar – le dije
- una mala experiencia – dijo
- ya está olvidada. ¿tu a que has venido? No es turismo lo que te trae acá, ni visitar a tu mamá, ella va y viene de Miami a cada rato.
- Me voy a vivir con mi novio, por eso vine, para verte y saber que puedo irme a vivir con él sin tu sombra.
- ¿Y ya lo sabes?
- Me iré a vivir con él.
- Debo irme, se me hace tarde
- Entiendo
- Te deseo suerte
- Yo a ti también
Las cicatrices en invierno duelen y en verano también.