viernes, 30 de septiembre de 2011

sexo en Lima York (5)

La exposición de Ricardo de la Piedra

Terminando las copas que habíamos pedido en el bar de Héctor, pusimos rumbo a la sala de exposiciones, que en realidad era el patio principal de un palacete colonial en el centro de Lima, una verdadera joya de la arquitectura virreinal, un jardín central, rodeado de columnas enormes de madera oscura, al centro una pileta con la figura de un coqueto ángel niño, exquisitamente iluminado, el ambiente estaba lleno del olor de los jazmines, y las rosas que cultivaban ahí eran las mas grandes que había visto en Lima, el jardín estaba rodeado de un pasillo con suelos de cerámica rústica y paredes con azulejos andaluces, era realmente de ensueño.

Al ingresar al patio, unos jóvenes muy atentos, vestidos de camisetas ceñidas y negras y pantalones del mismo color, nos dieron la bienvenida con un vaso de pisco sour, una de las mejores bebidas que se han inventado en el Perú. Claro que el que primero probó el pisco fue nuestro Juan, y con un gesto de resignación nos indicó que era una buena preparación. Mientras tanto yo conversaba con Fernando sobre la trayectoria de Ricardo de la Piedra en lo referente a sus pinturas, y Javier examinaba con fruición a los otros visitantes de la exposición, la mayoria de ellos bastante jóvenes, seguramente de las escuelas de arte de Lima, de todos los tamaños, de todos los colores.

- recuerdo que cuando comenzó su trabajo, Ricardo hacia algunos dibujos para un períodico – le decía yo a Fernando

- Pero ¿dónde estudió? - Preguntaba él – por lo menos tendrá un titulo

- Ay! Para lo que te importa a ti estas exposiciones, te pones exigente con la titulación, lo importante es que hace buen trabajo, dale una oportunidad.

Javier intervino en ese instante.

- He visto a Daniel, un viejo amigo de la Cueva, seguro que ha venido con su abuelito, ese viejito está forrado en dólares y Daniel sabe como gastarlos, jejeje

- ¿Pero Daniel no solo busca abuelitos verdad? – preguntó Fernando.

- Claro, tú tuviste tu encuentro con él, fue el amor de tu vida esa semana – dije

- ¡¿que cosa?! – preguntó sorprendido Javier

- ¿No lo sabias? Fernando y Daniel tuvieron un affaire hace unos años, cuando terminaban la universidad – dije

- Espera que mejor le cuente yo mismo - dijo Fernando.

Daniel y yo solíamos vernos todos los días en el campus de la universidad, pero solo teniamos tiempo libre los miércoles y fines de semana para estar juntos, con los amigos o juntos en la intimidad, así que cada miércoles, nos buscábamos para salir a cenar y pasar un rato juntos en un hotelito de la avenida Arequipa, ya éramos conocidos de la recepcionista que nos dejaba estar unas horas por la mitad de lo que cobraban habitualmente, ahí aprovechábamos para querernos, a veces despacio con cariño, otras veces Daniel gustaba de un ritmo mas fuerte, con nalgadas y algunas palabras gordas, llamarlo por ejemplo putita o zorrita mientras con las manos le apretaba los hombros y golpeaba sus caderas, era de esas relaciones que prometían, ya teníamos amigos en común entre ellos Juan y David (se refería a nosotros).

Uno de los últimos miércoles del ciclo estaba yo esperando que suene la hora de salida de la facultad, cuando se me acerca Gretta, una amiga nuestra que estaba en la clase de Daniel, y me pasa un papelito con un mensaje que decia “hola niño, sé que habíamos quedado hoy, pero estoy realmente cansado y tengo dolor de cabeza, te importa que lo dejemos para el fin de semana? Besos Daniel.

Me pareció lo mas normal del mundo – dijo Fernando - por que Daniel llevaba un ritmo de vida demasiado agitado, que un día el cuerpo le pida chepa pues, así que en ese momento llame a su casa y deje un mensaje en la contestadota (en esa época no teníamos celulares) diciéndole que no se preocupe y que esperaba que este descansado para el fin de semana. Aprovechando que estaba en la cabina de teléfono, metí un rin y marque el número de Juan, que vivia muy cerca de la universidad y le dije que si me acompañaba a Wong, a comprar salsa de tamarindo para mis wantanes, y accedió.

Nos encontramos en la puerta del Wong de la avenida Canadá a eso de las siete de la tarde, a pesar de ser casi octubre, hacía mucho frío en Lima, Juanito llegó temprano, como siempre, y entramos a buscar la salsa de tamarindo y de paso a mirar a los reponedores de lineales que estaban alguno muy interesantes, cuando de pronto me dice Juan con cara curiosa :

- ¿ese no es Daniel?

- Imposible – dije – Dany está descansando.

- Se parece mucho

Me asomé al pasillo y pude ver como Daniel estaba empujando un carro de compras, y a su lado había un muchachito, bajito, con los pelos como agujas y de aspecto bastante desaliñado, iban empujando el carro ambos y rozándose las manos sin ningún disimulo. En ese momento se me cayó el mundo y estuve a punto de lanzarme como un toro contra el cabrón, pero Juan me contuvo, me dijo que no era el mejor lugar para arreglar las cosas, que ya habría otro momento, decidimos dejar la salsa de tamarindo para otro día y nos fuimos a tomar una cerveza al Casanova, el club en el que nos conocimos tu y yo - me dijo mirándome fijamente – esa noche me emborrache seriamente y al día siguiente no tenia cuerpo para ir a la universidad. Por fin el viernes me aparecí en el campus, y fui a la cafetería a por mi dosis de cafeína, y vaya sorpresa, ahí estaba Daniel, feliz, fresco, me miró con ojitos coquetos y me dijo que que tal estaba, que por qué no había ido el día anterior a estudiar.

- Estaba cansado – le dije - preferí quedarme en mi cama.

- Mañana sábado nos veremos ¿no? – preguntó Daniel.

- No creo que nos veamos mas

- ¿Y eso? ¿Por que?

- No quiero que estés cansado entre semana – dije – además, el miércoles te vimos en el Wong de Canadá, estaba yo con Juan y te vimos muy bien acompañado.

A Daniel se le estampó una sonrisa tonta en la cara y no supo que decir, yo simplemente termine mi café, di la vuelta y me alejé de él. Hasta hoy no había vuelto a verlo y la verdad está tal y como lo recuerdo de la universidad.

Fernando terminó de un trago su copa de Absolut – Ginger y se marchó de la exposición sin despedirse de nadie, y claro, sin saludar a Daniel, que de pronto se había puesto rojo como un tomate…

1 comentario:

David JulcaRosales dijo...

basada en una historia de la vida real jajajajaja