lunes, 4 de mayo de 2015

Sexo en Lima York (10)

Sueños del pasado... Esa noche hacía frio, nuevamente las temperaturas habían caído por debajo de los cero grados, vivir en esta ciudad era algo que me gustaba mucho, la paz, la tranquilidad y sobre todo el estar sin provocar mis propias desdichas al rodearme de la gente inadecuada de la gran Lima. Sólo había un problema en este pueblo, no había sexo. Ya han pasado muchos meses desde que decidí vivir apartado del resto del mundo, la verdad es que es bastante reconfortante tener a pocas horas a la capital mi pobre vida sexual merece un poco de atención, y debo ir regularmente a visitar a mis queridos “amigos”. Pero esa noche, casi igual que las dos noches anteriores, tuve ese sueño, ese sueño que me hacía despertar totalmente excitado, en mi sueño iba yo en una bicicleta, pero no conducía yo, yo iba sentado en el travesaño, manejaba Carlos, Carlos Ramos Sandoval, (vaya si lo recuerdo, el catequista del barrio, el chico que bailaba en las actuaciones, el chico que jugaba básquet, vóley, atletismo y además guapo) en mi sueño era tiempo de verano y podía ver sus piernas velludas accionando los pedales de la bicicleta, mientras su colonia se metía en mi nariz, que suave era.. y yo lo tenía tan cerca, tan cerca…mi mano iba acercándose disimuladamente a su entre pierna para tocarlo, pero cuando estaba por hacerlo, cuando lo tenía a menos de un centímetro de distancia, despertaba. ¡Diablos! Ese fin de semana, aun verano en el Perú, fui a mi paseo habitual por Lima, y bueno, tenía que hacer algo diferente, decidí visitar a una vieja amiga vieja y de paso felicitarla por el local que inauguraba en su distrito, bastante lindo el sitio, bastante familiar, realmente valió la pena atravesar la ciudad para visitarla. Debo contar que esta amiga mía, no siempre fue mi amiga, alguna época, allá en la década de los noventas, fue mi enamorada, éramos la pareja perfecta, guapos, sociales, sociables, admirados, de grandes familias, realmente todos esperaban mas de nosotros, claro que, cuando un chico guapo pasaba, ambos volteábamos a verlo jajajajaja. Pero esa historia terminó y dejo una bonita amistad, claro que para llegar a ser amigos, después de haber sido enamorados, hubo una ruptura, y fue una terrible ruptura llena de confesiones, confesiones que me llevaron a decirle: - No eres tu, soy yo. - Esa excusa es demasiado tonta – dijo ella – invéntate otra. - Es cierto – le dije – no puedo estar contigo por que me gusta otra persona. - Lo sabía – lloraba ella – dime, ¿quién es ella? Te juro que la busco y la reviento - No, no podrías hacerlo – yo evitaba mirarla fijamente – no es ella, es él y es tu mejor amigo. - ¿quieres decir que eres maricón? – la rabia de sus ojos era mas fuerte que sus palabras - todo el tiempo me engañaste, ¡malaya el día que te conocí! ¡lárgate! ¡No vuelvas a hablarme nunca mas en la vida! Eres o peor que me ha pasado … Las palabras se me difuminan en el recuerdo, realmente dolió todo lo que dijo, nunca jamás mi intención fue lastimarla, simplemente asi fueron las cosas, dolido, avergonzado, arrepentido y deseando no ser “maricón” me fui a casa. No supe nada de ella hasta que pasaron un par de meses, cuando de pronto, una tarde, sonó el teléfono de la casa (sólo existían los teléfonos fijos) y desde abajo me gritan: - Te llama tu enamorada – mi nada fina tía - apúrate. Quedamos para vernos esa tarde en el parque, ella prometió no insultar ni llorar, a cambio, yo prometí contarle todo lo que había pasado en ese tiempo. La cita, la historia… Cuando llegué al parque estaba ella sentada en el banco mas alejado, fumando esos cigarritos largos y mentolados que estaban de moda, me acerqué despacio y me senté a su lado, ella no me miró, y sin verme me tendió uno de esos cigarros y me dijo “comienza” Y yo comencé a narrar: “ Era un día de casi fin de año, ya hacía calorcito y bueno, eran esas épocas en que la parroquia era nuestra mayor afición, grupos juveniles, catequesis y otras actividades, teníamos que reunir algo, no recuerdo el qué, y tu amigo me dijo que pasaría a buscarme a mi casa para ir a hacer ese encargo, creí que iríamos caminando, como siempre, pero esta vez llegó con su vieja bicicleta, azul, de paseo, con sus manillares rojos y sin frenos… Salimos pronto de mi casa y fuimos recorriendo el barrio, realmente terminamos pronto y me dijo que me llevaría a casa, yo subí a la bicicleta sentado en el tubo que une el timón al asiento, de costado, sentía su olor a colonia, veía sus piernas velludas y el pantaloncillo que se le pegaba a la entre pierna, marcando un paquete grande, algo que yo solo había imaginado hasta ese momento, como una gran tentación de la que debía huir, esas cinco o seis calles de bicicleta me hicieron pensar en miles de cosas, en las ganas que iban creciendo por tocarlo, pero me contenía la vergüenza, la inocencia, o simplemente el hecho de estar en la calle. Pero en algunos momentos, él se pegaba a mi brazo y pude sentir la suavidad de su miembro. Cuando llegamos a mi casa, pude ver que no había nadie, sólo una nota en la entrada que decía “salimos a comprar, volvemos en la noche”. Estaría solo en casa, y él también leyó la nota, pasamos al salón, y se sentó cómodamente, a mi lado, y comenzamos a charlar, mientras conversábamos se iba acomodando el pantalón, se disculpó diciendo que la bicicleta le había causado un ligero dolor y necesitaba acomodarse. La conversación pasó de la bicicleta a mis aspiraciones profesionales, yo ya estaba en cuarto año de secundaria y me preguntó que qué quería estudiar, yo le respondí que medicina, que quería ser un cardiólogo de prestigio. Su sonrisa era encantadora, pero mientras sonreía me dijo que yo no podría ser médico, por que no soportaría tener que tocar cuerpos enfermos, yo le refuté diciendo que si lo soportaría. Te reto, dijo, si me tocas sabré que puedes tocar cuerpos de otras personas. Me quedé como de piedra, y le dije que lo tocaría, que me diga donde quería que lo toque, se miró el bulto de su short y me dijo “acá” , sin pensarlo mucho me acerqué y con un cierto temblor, puse mi mano sobre su miembro, y creí que había pasado la prueba, cuando de pronto dijo: tienes que tocarlo por debajo de la ropa, así lo hacen los médicos. Se desabrochó el pantaloncito y me dijo “mete la mano, tócalo” Metí la mano y lo toqué, era suave, tenía mucho mas pelo que yo, y era mas grande, y al contacto con mis manos comenzó a crecer, y crecía y crecía… Pasé el reto le dije, y retiré mi mano, entonces me dijo que si quería podía verlo así de grande, la verdad yo estaba demasiado excitado para decir que no. Se bajó un poco mas los pantalones y me mostró su pene, largo, rosado y algo grueso, tócalo me dijo, era mas una orden, volví a tocarlo y masajearlo, y él, sin ninguna vergüenza, comenzó a tocarme también, mi erección fue inmediata, y lo que comenzó con un reto, terminó en una masturbación mutua, ambos callados, ambos mirando a los ojos del otro, hasta que sentí que mis manos se llenaron de un líquido espeso, tibio y oloroso. Rápidamente se limpió y puso los pantalones, debo irme dijo, ven a mi casa mañana a la una, estaré solo. Al día siguiente, fui el primero en salir del colegio, ni siquiera copié los deberes, tenía que llegar a la una a su casa, y cuando llegué, estaba tumbado en el sofá, viendo tele, en short y sin camiseta, me senté a su lado, esperando que vuelva a retarme, o esperando que me de alguna señal, pero solo se quedó viendo la tele, hasta el siguiente anuncio, en ese momento, cogió mi mano y la puso sobre su bulto, que ya estaba duro, y me empujó la cabeza hasta hacer que mis labios rozaran su sexo, todo era automático, abrí la boca y desde ese día cada semana iba dos o tres veces a hacer lo mismo, durante mas de tres meses, y cuando no podía ser en su casa, íbamos a la mía, o íbamos al cerro cercano, y yo me enamoré de él, y deseaba estar a su lado siempre, pero él jamás me hizo algún gesto de cariño, era todo sexo, todo oculto, todo pecaminoso. Todo esto viene pasando desde hace ya mas de dos años, y bueno, siempre creí que sería algo pasajero, pero realmente creo que me enamoré de tu amigo Carlos, y no es justo para ti que esto ocurra, perdóname y si no quieres volver a verme, ni hablarme entenderé. Mientras le contaba todo esto, sus lágrimas caían y el humo no cesaba de salir de sus labios, al terminar mi relato, se levantó, me miró con una mezcla de pena y odio y se fue… Mas de veinte años después, volveré a ver a mi amiga, y seguro que recordaremos lo que pasó con su gran amigo, con mi primer amor de adolescente, y mi gran dolor de homosexual.