viernes, 26 de septiembre de 2008

por seguir con los ratones, y con los gatos...

De gatos y ratones…

No sabia si llamar a la puerta, habían pasado más de diez años desde la última vez que lo vi. No había sido difícil dar con su dirección, era exactamente la misma que en esa época, pero claro, tenia que confirmarla, afortunadamente su extraño apellido griego aparecía en la guía de teléfonos, lo mas difícil fue tomar la decisión de llamarlo y hacer una cita, aunque no necesitaba un dentista, necesitaba buscar mi pasado, ya no era yo el tímido muchacho de 18 años que no sabía como reaccionar ante una situación como la que viví esa noche.
Ahora soy el tímido adulto de 30 años que quiere volver a empezar en esta ciudad, otra vez…
Corría el año de 1995, debía ser enero, o febrero, hacia calor, el típico calor limeño, lleno de humedad pegajosa y olor a mar en la costa de Miraflores, era la segunda o tal vez la tercera vez que me atrevía a salir por el ambiente, no sé si salí con Renzo, o con algún otro conocido de esos años, tal vez Pepe o Michael, solo sé que aún no terminaba de adaptarme a ese nuevo estilo de diversión y seducción que se ofrecía para mi, ya os dije que yo era un tímido muchacho y que todo aquello era demasiado nuevo para mi, extraño, complicado, lascivo, carnal… Igual que la última vez que fui a esa discoteca, aquella noche busqué un rincón oscuro y apartado desde donde mirar a toda esa fauna masculina sin ser visto, tenía visión de la puerta a plenitud y me sentía protegido por la oscuridad.
La noche pasaba bastante aburrida, Pepe y Michael estaban ocupados en sus amoríos y yo, bebedor poco habitual, estaba entretenido con mi campo de visión absoluto.
De pronto lo vi entrar, como el fauno mayor, vestido de negro, con un colgante en el cuello que resaltaba su aspecto felino y seductor, con paso seguro y dueño de si mismo se dirigió a barra del local y con una elegancia nata se apoyó en el quicio de la barra y bebía de su copa, mirando en rededor, a la búsqueda de la presa de esa noche, esperando al pequeño ratón que caiga en sus garras para jugar con él, para entretenerse y finalmente, si tiene apetito comérselo o, en todo caso dejarlo ir magullado, cansado, roto y usado…

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